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PIERO

CABEZAS EN HUELGA

CABEZAS EN HUELGA

 

 

 

             A un señor le cortaron la cabeza, pero como después estalló una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal. Ya se había hecho a la idea de que el descanso en la sepultura iba a ser eterno, o al menos más largo que una huelga. Pero recordó que llegaran cuando llegaran las cuchillas, tenía que entregar el pedido final el viernes.  Al mirarse las uñas llenas del serrín de la guillotina imaginó que las huelgas como las revoluciones siempre terminaban, así que se fue a ver mundo en espera de que volviera el orden. Su pie izquierdo al recoger el impulso de su pierna echó a volar, le siguió sin esfuerzo el derecho que aunque morado por el pisotón que le dio el verdugo sin querer, igual le dolía. Pensó que cuando cogiera altura no podría ver la televisión, pero como la radio también va por el aire oiría en las noticias el final de la huelga. Así que sin rumbo ni prisa se fue por dónde le llevó el viento, que aquella mañana ni sabía que era martes ni a que hora tenía que dejarle junto a la tumba. La sangre del cuello enseguida se coaguló, se le formó una capa fina de pus con la que sus movimientos se adaptaron con facilidad al  viento. En el aire sin huelga, todo funcionaba en orden, los pájaros iban en formación, las nubes se agrupaban, las borrascas iban majestuosas como los transatlánticos por el mar cuando no hay huelga. Moviendo el brazo izquierdo hacia abajo se ladeaba con rapidez hacia la derecha, pensaba que al no poder cabecear caería a tierra, pero el viento que no entendía de huelgas siempre acababa bien su trabajo. Movió la rodilla derecha y su cintura giró cientochenta grados con la suavidad con la que  el cuchillo afilado corta la mantequilla. Se divertía tanto con su movilidad que ya no pensó más en la huelga, ni en que le habían cortado la cabeza, ni siquiera en que era martes. Solo tenía que volver el viernes para entregar el nuevo pedido de cuchillas que le habían encargado para el último grito en guillotinas. Hubiera huelga o no  era hombre de palabra, por lo demás se podían quedar con todas las cabezas que quisieran.

 

LLEGARON PARA QUEDARSE / 15

LLEGARON PARA QUEDARSE / 15

Nevada en La Paz, Bolivia. Junio de 2008.

 

 

“Sobre la nieve cae la nieve.  Estoy en paz”.

Taneda Santoka.

EL MADRID GANA A PARES

EL MADRID GANA A PARES

Plano del pueblo de Chamartín de la Rosa, al norte de la Villa de Madrid, 1885. Diecisiete años antes de la fundación del Real Madrid.

ZARAGOZA, 1-REAL MADRID, 2

 

 

La Romareda, Zaragoza

 

 

    Son dos nombres conocidos en toda la tierra futbolística, dos renombres que fueron duda hasta el final para viajar a Zaragoza, dos jugadores que no estaban siendo titulares, dos goleadores que saliendo desde el banquillo dieron el triunfo al Real Madrid en la lucha entre dos más cerrada en muchas Ligas. Raúl y Kaká, dos sílabas por barba, dos tildes que demostraron que el fondo de armario de un equipo grande no se puede apolillar.

 

  Sin embargo los de Pellegrini, así comenzaron el partido, mejor dicho toda la primera mitad. Sin prisa, pero sin grandes dosis de combinatoria, eran los balones al hueco o los verticales los que daban algo de vida al encuentro. Mientras, el Zaragoza iba tensando su estructura, se llegó al descanso sin haber exprimido casi nada. Bueno, sí, exprimido sí, el que iba de naranja, la muralla contra la que chocó más de una decena de veces el equipo madridista. El madrileño Roberto respondió a todas las exigencias con soltura, determinación. No para de crecer el colchonero en su cesión en La Romareda. Buena prueba de ello es que para romper su candado tuvo que disparar Higuaín primero, Ronaldo después y a la tercera, esta sí, Raúl de todos los blancos batió al portero blanquillo. Casi de chiripa, pues ya había solicitado el cambio por problemas musculares, fue Higuaín el que en vez de parar la jugada para realizar el sustitución la continuó, así Raúl sigue su idilio con el estadio que lo vio debutar, el que al ser sustituido le ovacionó. 

 

  Y es que el partido fue la segunda parte, tras el gol madridista, la expulsión por codazo de Contini, dejó al Zaragoza atrás en el marcador e inferioridad numérica. Pero apareció la bala Colunga, una flecha en ataque, un resoplido constante en defensa, se encontró con un magnífico pase de Abel Aguilar a las espaldas de Garay, metió la sexta, dribló con frialdad a Casillas y niveló lo infranqueable. Aturdido por el golpe, el Madrid no imaginaba que aún tendría que arrimar el hombro. Pero lo hizo. Con Guti, Ronaldo, Higuaín, Benzema y Kaká, las posibilidades de resolución del quinteto atacante se acentuaron. Allí apareció Ronaldo para brindar la bola a Kaká que casi dos meses después volvía a jugar y a marcar.

 

   Al Zaragoza se le acabaron las esperanzas que las contras de Uche y Colunga estaban inspirando, mucho esfuerzo para tan poco botín. Mientras el Madrid no está para tirar cohetes, pero continua siseando. Abonado al suma y sigue, espera el tropezón culé antes de que los de Guardiola se sienten en la final de la Champions en el Bernabéu. Con un par resolvió el Madrid, a un par de desplazamientos de acabar la liga, parece que todo se resolverá por fuerza, la emocional todavía no está cerrada, hagan juego, que alguien apueste al dos.

 

 

AL BIES

AL BIES

 

 

—¿Ves la ciudad?

—¿Tendría que verla?

—Si miras al bies, igual no la encuentras...

—¿Y quién me asegura que está?

—Te lo acabo de decir.

—Creía que me lo habías preguntado, no afirmado.

—Pues con esa capacidad de deducción, no te sería difícil vivir en ella.

—¿Lo has deducido ahora?

—¿Cuándo es la última vez que no piensas al bies?

—Te diría que hace un mes, pero me dirías que la rima interna sobra, es obvia.

—Sigue afinando, no pierdes finura.

—No creas, es todo fachada, por eso las ciudades igual no me son tan extrañas.

—No, largura exterior no te falta, pero de la interior...

—¿Quieres decir que no sé?

—Quería decirte que, ¿cuál crees que es la mejor manera de llegar a una ciudad?

—No encuentro una respuesta clara, ni cerrada. Depende de dónde se llegue. Si voy a Venecia, por el mar, si llego a Cuenca por abajo, como a Toledo, pero si llego a Huesca solo podré hacerlo desde arriba.

—Te olvidas del espacio que todo lo puede.

—Te olvidas de la percepción, que para cualquier observador, su paso es su notario más fiel.

—Hilas fino, y en ello cargas en tu alforja a la razón, pero cuida que en tu  mochila siempre pueden nacer agujeros por la que se vaya.

—Eso procuro, cuestionarla constantemente para mantenerla activa. Hay ciudades que parecen muertas hace más de siete misas, y es porque solo rezan por ellas, no miran a sus vecinas, y así les va. A veces son las que mirando al mar, dan la espalda a la tierra. Otras son las encantadas de ser nudo de comunicación, se ven imprescindibles, y luego están las que tiran de hemeroteca, que no paran de escarbar en las efemérides hasta que consiguen su jubilación inesperada. Estas suelen ser las peores, porque devolver la actividad al pensionado, eso sí que es más difícil que levantar a un muerto.

—Hablando de muertes y ciudades, ¿has estado en Venecia?

—No, ¿por qué?

—Porque siempre dicen que se está muriendo, o si el que lo dice es ácido, que solo le queda el responso, que es un cadáver expuesto.

—Expuesto, sería un buen calificativo para el susodicho. El problema de exponerse es saber guardar la trasera. Lleva un mundo y catorce misas Venecia muriéndose, pero sabiendo que un día lo hará, o sea, es consciente de su condición, supera en funerales a cualquier otra ciudad, que se cree eterna. ¿O Atenas y Roma no se creen superiores?

—Dieron lugar a civilizaciones, y con ellas a las ciudades.

—Ya, buscando el origen se cree que se llega a la raíz. Pero, ¿no existía ya para entonces Alejandría?

—Sí, y venía ya de largo, de más de veintiuna misas.

—Y sin el cristianismo, más ligera andaba.

—¿Dónde iría una ciudad?

—A conocer otras, a viajar, a ver mundo, porque no creo que se conformara con que los visitantes, y menos los turistas, le contarán como son. Las ciudades son muy observadoras, ven cuando todo duerme, gimen cuando la tocan, sonríen cuando las engalanan pero sobre todo acogen y esconden, son un gueto optimista.

—Sí, menudo gueto optimista fue Troya.

—Más de veintiocho misas la contemplan, sin tener religión.

—Entonces el ingenio no recurría a la ironía.

—Ya, quieres decir que Esquilo no la manejaba.

—Quiero decir que no era un arma del que ahora todos se sirven.

—Me hace gracia ese arranque de actualidad que te ha dado. Es muy humano pensar que la actualidad pesa, pero al tiempo lo veo tan ligero.

—Es cierto, lo saben bien las ciudades, que con aplomo resuelven lo que los urbanistas pretenden imponerles, eso sí que es actual.

—¿Y eso no es el festival contemporáneo de enero en Logroño?

—Sí, bingo, Logroño es una ciudad que ha respetado su estructura de la que guarda una calle alma como es la del Laurel.

—El que daban al general que entraba victorioso en Roma.

—O sea, el Laurel es eterno.

—Es eterno para el hombre lo que siempre guarda en su mente, pero las ciudades aun siendo obra suya le trascienden, como las ciudades invisibles que hace tiempo que no dependen de Calvino.

—Quieres decir que siendo hijas de la civilización, no le son deudoras, no necesitan de su mirada.

—No, pueden ser un icono, un recuerdo, una casa para el hombre, pero su única lucha es con la naturaleza. No necesitan medidores de misas, ni cálculos numéricos, ni aproximaciones de hombradas.

—Vamos, que no andan al bies...

 

LLEGARON PARA QUEDARSE / 14

LLEGARON PARA QUEDARSE / 14

Afuera de una cárcel de Rosario, Argentina. La foto es de http://fotosdeaca.blogspot.com

 

“El que no está capacitado para conseguir grandes logros en la vida al menos debería ser buena persona. Eso le pondría a la altura de cualquier celebridad”.

 

Ramón Eder. Ironías. Editorial Eclipsados.

 

PIPAS

PIPAS

 

                                                                     

 

 

   Voy a comprar pipas. Recojo la calderilla del zaguán, las llaves, una bufanda olvidada hace lo menos tres miércoles en la silla junto a la entrada y cierro la puerta con un silbido inesperado. Bajo la escalera con ritmo, calculando el tempo entre pisada y pisada, entre escalones, cuarto de nota breve, corchea con tendencia a semi, la goma de mis zapatroncos de piel falsa me devuelve a mi estado más inocente.

 

   Hacía tanto que no salía a la calle a por una chorrada, recuerdo cuando no tenía barba y bajaba a comprar un paquete de Ducados al estanco bajo mi casa para mi hermana y con las dos pesetas que sobraban me alcanzaba para comprar un chicle Cheiw junior sabor fresa. La fresa en goma de mascar era para mí como la quintaesencia de la modernidad. De dónde llegaría la fresa, seguro que no era de Huelva, vamos mejor no pensarlo, ahora. Entonces todo era de otra manera, entonces… entonces todos éramos más ingenuos, Suárez era un señor que salía todos los días en los periódicos y Del Bosque era un elegante vestido de blanco con pantalón corto y ya para siempre a un bigote adosado. Eso era un bigote, o acaso era un signo de respeto, de esos que no permiten tutear. Porque entonces se veía todo a la altura del cuello del adulto y si se mirabaa más arriba se veía aquella alfombrilla de nariz que coronaba a la corbata modelo lengua de rinoceronte.

 

    La época en la que los rinocerontes eran unos animales que salían en la tele en blanco y negro, en la que no imaginabas que hubiera épocas en la vida de las personas, todo se medía por días, a lo sumo semanas, al máximo en cuántos paquetes de pipas alcanzaba con veinte duros. Veinte duros en pipas, un tesoro en medio de la ciudad. Entonces no cabía imaginar que comer pipas La cumbre evitaba cualquier derrumbe. Ni que esa palabra hiciera rima interna o la llevara a otro lugar Menéndez Salmón. Entonces si que era caro el salmón, entonces si que el colesterol bueno o malo no había salido a flote. Entonces comer pipas de girasol no reducía los niveles de colesterol, ni subían la tensión. Entonces ni sabía de donde venían las pipas. Como iba a pensar que salían de un círculo rodeado de pétalos amarillos que como orientaban su cabeza al sol se llamaban girasoles.

 

   En estas andaba cuando pisé el adoquín de la calle con mis zapatroncos trasnochados. Y calculando los pasos que consumía pensé en como se cata un melón, esas operaciones rayanas en la estupidez supina, que todos en el supermercado realizan con soltura. No hay más que ver la cara del catador, con la mirada perdida, los nudillos afilados, la estupidez subida. Pues sí, hoy sería el estúpido con barba que cataría en la tienda de chucherías las bolsas de pipas. Subí el mentón y entré en la tienda decidido.

 

−¿Las bolsas de pipas?

−Buenos días −me dijo el dependiente−, no es tan complicado saludar antes de preguntar.

−Venía a comprar la mejor bolsa de pipas, no a recibir clases de corrección. Podría decirme dónde paran.

 

Dirigió su  mirada a un cesto grande lleno de bolsas de pipas y no me volvió a prestar más atención.

 

 

Ahora tenía todo el tiempo del mundo para catar. El plástico del envoltorio despistaba un poco, pero viendo el calibre de la pipa y los restos de sal adheridos podía calcular el grado de humedad de la pipa. Ya está, ya tenía una característica pedante sobre la pipa, el grado de humedad de la cáscara de la pipa de girasol. Ya podía remozar mi capacidad de crítica con ese parámetro. Mi pecho se empezó a envalentonar, y mi mirada se lleno de valentía infundada. Creía que estaba contribuyendo a un pleno acto de mejora de mi nivel de colesterol.

 

  Ramón Sánchez Ocaña, cuando no juega al badminton con cinta de algodón elástica en la frente, recomienda el uso de alimentos omega tres en todas las ingestas. Porque el nivel de ácidos trans en la dieta occidental de hoy en día es una de las principales manchas de la nutrición. La ingesta de productos vegetales mejora el nivel cardiotónico de las arterias, y revierte en una mayor fortaleza cardíaca. Y carámbanos, como farda escuchar a Ramón Sánchez Ocaña decir que cuidando la dieta se contribuye a la mejora de la salud y por tanto a un mejor ambiente en las personas del entorno.  Porque llamarse Ramón Sánchez Ocaña da tanto respeto que acojona, uno escucha ese nombre y espera ver a un teniente general con bigote a lo Del Bosque, recordando batallitas de cuando Suárez se quedó sentado en su escaño. Como para regalarle una bolsa de pipas para mejorar su colesterol. Los que tienen mirada de teniente general no comen pipas, tienen cosas más importantes que hacer. Tienen que elegir el tono de la corbata que haga juego con los ligueros de sus calcetines. Porque alguien que se llama Ramón Sánchez Ocaña lleva ligueros tenga o no su sexualidad resuelta. Como para preguntarle como es su sexualidad. Con el colesterol vamos que chutamos. Voy a esperar al próximo miércoles a comprarme otra bufanda para el zaguán. A Ramón Sánchez Ocaña, mejor nada, ¿quién se atreve a regalar algo a alguien que bebe tres vasos al día de leche de soja?

 

LLEGARON PARA QUEDARSE / 13

LLEGARON PARA QUEDARSE / 13

Zohng Biao.

 

“En lo ligero y en todo cuanto es inferior, dependemos, a nuestro pesar, del tiempo, en el que vivimos, y aunque no lo queramos, hablamos como todos nuestros contemporáneos. Pero en lo bello y lo sublime, y en todo cuanto de esto participe, de la manera que sea, escapamos del tiempo y no dependemos de nadie; y en cualquier siglo en el que vivamos podremos ser perfectos, sólo que con más dificultad en unas épocas que en otras”.

 

Joseph Joubert. Sobre arte y literatura. Editorial Periférica.

AL FILO DEL PRECIPICIO

AL FILO DEL PRECIPICIO

Y al fondo la catedral de Málaga. Finales del XIX. Algo antes de la fundación del Málaga, en 1948.

ZARAGOZA, 2-MÁLAGA, O

 

La Romareda, Zaragoza.

 

 

  Dicen las leyendas del fútbol, que cuando un equipo se encuentra en la zona de la nada de la tabla, pero ve la zona de descenso cerca, le viene la tendencia a acercarse al fuego, como si tuviera una orientación a la hemorroide escondida. Y cuando en un partido los dos conjuntos presentan la misma sintomatología, entonces se multiplica.

 

  Leyendas verdaderas o no, el ver a dos equipos cercanos al encefalograma liso, liso hace que la siesta de las seis de la tarde se agradezca. Y eso que era el partido que abría la jornada. Vino a ponerle fin el zapatazo con el que Ponzio descorchó el marcador al filo del descanso . Se abrió el partido tras la pausa-fin de siesta, y de que manera. Entonces apareció el juego por las bandas zaragocistas, los balones colgados al segundo palo, las jugadas sin control, en eso hay jugadores que se encuentran en su salsa.

 

Una Pda es un artilugio que acumula datos a voluntad, y eso fue lo que dieron Ponzio, Diogo y Arizmendi, voluntad infinita de tirar adelante, a veces con derroche físico inhumano, a veces con tino en las entregas, y a veces pasados de vueltas, parecía que el partido podía acabar en cualquier circuito de neumáticos recauchutados. Así parecieron los malacitanos, que con un Apoño muy justo físicamente, un Duda que hizo honor al nombre y un Baha más perdido que un colibrí en medio de una procesión de Semana Santa formaron un acrónimo algo triste. Adb, podría interpretarse como una asociación de buscadores, el problema es que en tardes como la de La Romareda, lo único que parecían buscar era el precipicio del descenso. Ni los cambios entonaron a los de Muñiz, que se encontraron a falta de un cuarto de hora del  final con la sentencia. Y las sentencias en Pascua a veces parecen milagros.

Lo fue para el chileno Suazo que después de un trimestre marcó en su casa, se quitó un complejo y dio al Zaragoza el salto hacia la tranquilidad. Esa, que ahora en otro desliz al que ya se ha habituado, el Málaga ha perdido. Puede que los dos al final de la temporada hayan aliviado su hemorroide, pero de momento todavía son tiempos de pomada. En un mes largo veremos su efecto.

LLEGARON PARA QUEDARSE / 12

LLEGARON PARA QUEDARSE / 12

 

 

 

“La ficción se elabora mediante un proceso que combina la libertad total y el control absoluto, que equilibra la observación precisa con el libre juego de la imaginación, que usa mentiras para decir la verdad y verdades para decir mentiras”.   

Nada que temer  Julian Barnes. Ed. Anagrama.

 

 

 

UN ATRACÓN INESPERADO

UN ATRACÓN INESPERADO

Calle Sagunto en el día de San Antonio Abad. Llegada de los labradores desde la huerta norte para la bendición de animales.Valencia. Casi cuarenta años después de la fundación, en el bar Torino, del Valencia CF en 1919.

ZARAGOZA, 3-VALENCIA, 0

La Romareda, Zaragoza.

 

 

A veces uno queda a cenar más bien tarde. Es sábado y no hay demasiada prisa. Eso les pareció a los dos equipos, que no había prisa por empezar a carburar. Se tantearon, intercambiaron entremeses en espera del plato principal. Se hizo esperar media hora larga, la que le duró el letargo también al árbitro. Natural de Antequera, puede que como el fácil chiste, antes fuera un buen colegiado, pero el despropósito y los innumerables fallos en cualquier decisión, desquiciaron al público, entra dentro de la lógica; a los blanquillos, se vieron desfavorecidos; y a los valencianistas que con la auto expulsión de Zigic parecieron tener poco que ver con el partido.

 

    Y es que la doble amarilla para la torre croata Zigic antes del descanso, dejó a los de Emery con un gol en contra y un jugador menos, grogui sin haber entrado en harina. El Zaragoza hasta entonces tenía bastante con no perder el pulso. Se lo mantenía su atinado portero, Roberto, que en una nueva demostración de reflejos y colocación, anuló las embestidas del desproporcionado Zigic hasta que el delantero decidió irse por peteneras al vestuario.

 

   En la segunda parte casi nada cambió, se retrasaron los cambios y fue en beneficio del Zaragoza, que llevando el viento a favor no tardó en sentenciar el partido. Arizmendi tras regate individual, rara avis, puso el segundo y tras un córner botado por Gabi, el gigantón Jarosik remató con el pie la faena. Tres goles que asemejan a goleada, tres goles que asemejan a atracón inesperado. No se lo creían los locales, no se levantaba de la lona el Valencia. Hasta la penosa actuación del árbitro se diluyó como un azucarillo.

 

 

  Y es que no podía imaginar el entrenador zaragocista un desenlace tan favorable ante el tercero de la tabla. En la previa había señalado que el partido contra el Valencia había que tomárselo como si fuera una final de la Champions. Ninguno de sus jugadores ha disputado una, pero acabar el partido 3-0 a los valencianistas puede que les traiga el recuerdo de aquella noche en París que partiendo como favoritos cayeron ante el Real Madrid por el mismo resultado.

 

Parecida imagen dejaron, sin Villa por el golpe recibido ante el Málaga.  La de alguien que se dejó los guantes de boxeo en casa, así que no había manera de golpear. Al menos como no llevaban guantes habrán puesto con facilidad sus jugadores el reloj en hora, la hora de pensar que para ser terceros, no se puede tirar ni la noche de sábado más corta.

LLEGARON PARA QUEDARSE / 11

LLEGARON PARA QUEDARSE / 11

 

 

 

 “Pero la miseria es ingenua y alimentada del sentimiento de la injusticia con que ha sido tratada acepta al instante cualquier reparación, por injustificada que sea”.

Saúl ante Samul. Juan Benet.

DEL FLEMÓN AL BALÓN DE MESSI

DEL FLEMÓN AL BALÓN DE MESSI

Trapecistas en el Raval de Barcelona. Algún año antes de que se fundara el FC Barcelona, en 1899.

 

ZARAGOZA, 2-BARCELONA, 4

La Romareda, Zaragoza.

 

 

Dicen que un flemón molesta mucho. El de Messi por mucho tiempo a Roberto. El portero del Zaragoza poco pudo hacer ante el vendaval del argentino. La noche en que la infección bucal remitía en el delantero culé, volvió a realizar otra de sus exhibiciones. Y es que lo de Messi es poner otra y otra y otra miguita en la búsqueda inconsciente por ser uno de los grandes de la historia. Juega cuando quiere, anima siempre al compañero errático, Ibrahimovic le debe un gol y demasiado cariño, marca con la cabeza, con el pié, destroza cinturas italianas como la de Contini, y cuando el rival se acerca a la desesperada en el marcador, gracias a la velocidad de Colunga,  vuelve a brillar para destrozar el ánimo a cualquiera.

 

Y aparte de su vendaval, ¿qué? Para el recuerdo poco más quedará. El Barcelona agradeció el despiste de Diogo en el inicio del partido, y sesteó una hora. En esa hora hubo de casi nada. Control paciente del Barcelona, empeño estéril del Zaragoza y el reloj que pasaba liviano. ¿Hasta cuándo? Hasta que de nuevo el de Rosario se despertó, dribló a quién se le acercaba y desencadenó otro partido.

 

En veinticinco minutos, cinco goles. Del 0-1 comedido, al 2-4 excesivo. Excesivo por el juego, por el ritmo, por los méritos, por el esfuerzo, por el acierto, por... salvo por él, sí, por Lionel Andrés Messi. Con todos los títulos que un equipo pueda conseguir en una temporada en su palmarés, con todos los trofeos que un jugador puede guardar en su casa, sus 25 goles en Liga le destacan en el Pichichi, 9 goles seguidos del Barcelona han llevado su firma. Si alguien sabe dónde está su límite, que se dedique a vidente.

 

Es lo que no pudo hacer el equipo de Gay, trató de controlar la media, pero la presencia física de Touré y Keita, hizo olvidar el juego de toque de los ausentes de inicio Xavi e Iniesta. Con Milito y Piqué de nuevo como pareja de centrales en La Romareda pero con la camiseta azulgrana en vez de la blanquilla, el Barça se encontró en casa del principio al final. Sin forzar, sin arriesgar, sin manchar, como lo hacen los equipos que saben dónde están y a que juegan, con el abanico de jugadas posibles extendido. Jugando de memoria y con los desplazamientos de balón y jugador precisos. Una máquina para disfrutar. Como la del Ave que les llevó a Zaragoza para jugar uno de los encuentros más livianos que podían imaginar.

 

  También para el indiscutible Messi. Como los niños en día de fiesta. Llegó en tren a Zaragoza con un flemón y diez horas después se volvió en otro con un balón. El de su hat trick. Ventajas de viajar en tren para los que no necesitan llegar al 1,70 para disfrutar como un niño, ilusionando con su juego a cualquier niño de cualquier edad.

 

 

 

LLEGARON PARA QUEDARSE / 10

LLEGARON PARA QUEDARSE / 10

La foto es de www.ronaldbowenart.com

“Casi todos los libros que aprecio, y absolutamente todos los que me han servido para algo, son difíciles de leer”.

"Cuadernos". Paul Valéry. Editorial Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.

LLEGARON PARA QUEDARSE / 9

LLEGARON PARA QUEDARSE / 9

 Robert Walser

“La falta de pretensiones es un arma, quizá de las mejores de la existencia”.

 

Robert Walser.

 

 

EMPATE A CABEZAZOS

EMPATE A CABEZAZOS

En la foto el rey Alfonso XIII firma el acta de inauguración de las obras. La Gran Vía de Madrid se empezó a construir un cuatro de abril de hace ahora cien años. Siete años después del nacimiento del Atlético.

 

ZARAGOZA, 1-ATLÉTICO, 1

La Romareda, Zaragoza

 

 

Los domingos por la noche en Italia se juega el partido escoba. En Francia el encuentro de más caché. En cambio, en Inglaterra y Alemania, todos se han ido a casa, que el lunes es día de labor, puede que la culpa la tenga que son de cultura sajona. ¿Y en España? Pues a veces se dan partidos para no olvidar, por eso llevan más de cuarenta años dándolos por la televisión. Y a veces salen partidos incomprensibles, irreales, deslabazados que más que cerrar una semana bajan el ánimo sobre lo que es eso que llaman Liga. Porque lo que se dice combinar, poco hubo en La Romareda.

 

  Salieron los zaragocistas con el turbo puesto, con una presión descomunal al colchonero que llevara el balón y así se zampó su portero De Gea, en un córner, el testarazo de Jarosik. El Atlético no había entrado en el partido y ya tenía el roto en el marcador. No reaccionaron los de Flores y el Zaragoza siguió robando balones gracias a un persistente Gabi, al pillo de Eliseu, y a Ander Herrera que cada vez convierte mejor la teoría del fútbol que tiene en práctica. Por detrás de Chupete Suazo, acunó a los colchoneros dejándoles con una empanada mental de las de órdago. Sesteando pasó el Atlético la primera parte. Y cuando les tocó la ducha del descanso y vieron que solo perdían de uno, alguna sonrisa agradecida entró en el vestuario.

 

   Se suponía que saldrían con espita los rojiblancos tras el descanso, pero fue más de lo mismo, ni siquiera ante el mismo discurso, el Zaragoza apretó la tuerca. Se dejó llevar por el marcador y renunció a machacar a los colchoneros. No hacía falta, ya se hizo el harakiri Reyes. Caso curioso el de sevillano. De largo el que mejor estado de forma mostró en el campo, se hartó de driblar, de desbordar, y lo mataron a patadas todos los blanquillos que pastaban por el césped. Mucha hierba comió el extremo, hasta que colmó su paciencia la quincuagésima falta zaragocista y se deshizo de Eliseu con un manotazo insolente. Se fue a la caseta con la cara de inocentón, y dejó a su equipo perdiendo y en inferioridad.

 

   Para entonces ya habían saltado al campo, Salvio y Jurado, los dos que más tino tuvieron, rehicieron lo poco de lo que quedaba y cuando entró al campo Ibrahima para la desesperada, llegó la tranquilidad. Un centro desde la izquierda de Jurado lo pilló al vuelo Ibra ante el único despiste de Contini. Con el descuento bien entrado el Atlético empataba un partido en el que nunca mereció puntuar. Dos cabezazos en la misma portería, uno en cada tiempo, un punto para cada uno.

 

   El Zaragoza recogió la cara de tonto que se le había quedado a Reyes y se fue del campo sin saber porque los domingos por la noche al hacer balance de la semana no se imparte justicia. A lo mejor se olvidó de que enfrente tenían a Jurado.

¿ES POSIBLE LA FELICIDAD?

¿ES POSIBLE LA FELICIDAD?

 

 

 ¿Es posible la felicidad?

   

 

   “El dolor siempre es pregunta, y el placer, respuesta”. Escribió Paul Valery a mediados del XX. Por eso lanzarnos en pos de una respuesta es una búsqueda del placer, un viaje. Y es cierto, tenemos el billete con los datos completos. Pero, ¿qué pone por detrás? ¿Por qué no leemos el reverso? ¿Nos atrevemos? Vamos allá. De nuevo otro dolor, otra pregunta.

 

¿Es imposible la infelicidad?

 

   Lo mejor es que iniciemos el viaje. Diría alguien a primero de mes, que con el bolsillo repleto pocas pruebas se hacen agrestes, pocos esfuerzos matarían su moral. Incluso en un arrebato de euforia, no lo olvidemos, la euforia es algo intrínsecamente humano, la infelicidad no cabe en su bolsillo. El bolsillo del viajante suele ir lleno de cosas inesperadas, de objetos que de normal reposan en el cajón del limbo. Y el limbo y los viajes son dos vacunas para la infelicidad, por lo que si son vacunas, antes estuvo el anticuerpo, antes estuvo la infelicidad. Y si estuvo no fue posible que no existiera.

 

  De modo que la infelicidad no atiende a bolsillos rocambolescos ni a cajones mágicos. Está en la medida en que se la piensa, en la medida en que se la siente al nombrarla y sobre todo al recordarla. Por lo que la infelicidad es algo que ya ha ocurrido. Y en el ocurrido se revela su innata existencia. Entonces podemos dejar atrás ya el pasado, depositarlo en el anaquel de nuestra memoria que mejor se adapte a la infelicidad y aventurarnos por fin, sin peligro de volver atrás, en la pregunta, es decir, en el dolor que nos cita.

 

¿Es posible la felicidad? En la medida en que el placer es la respuesta, como dijera Valery, la sola búsqueda de la misma es ya una fuente de placer. Una lucha por la mejora, por el progreso, por el dejar atrás el pasado. ¿Lo estamos viendo? Hay movimiento, hay acción, hay posibilidad. Y en la medida en que surge la posibilidad, el concepto buscado se aproxima en nuestra mente. A nuestra mente le parece que la palabra felicidad puede tener algún significado experimental. Algo que reconozca cuando se presente. La mente, en este caso, está posibilitando su existencia mediante la concepción previa del término. Todavía no sabemos si es posible la felicidad, pero sí conocemos, y esto no deja de ser importante, que el representarla de algún modo en nuestro cerebro acarrea la posibilidad de que sea factible.

 

  Dice la RAE que factible es lo que se puede hacer. Y si seguimos moviéndonos, es decir, provocando una acción, es decir, buscamos el término hacer en la RAE, nos dice que es producir algo, darle el primer ser. No hay ser humano que al oír la expresión darle el primer ser no la asocie de inmediato con nacimiento. Y una de las fuentes primeras y originales del ser humano es el concepto de nacimiento, fuente de felicidad inocente. Y la inocencia es una de las primeras características del ser humano. Un rasgo del que todos estamos dotados al inicio. Por lo que si en el nacimiento reside la inocencia, aunque sigan existiendo Herodes, esa fuente de felicidad no ha dejado de manar nunca, está entre nosotros. De hecho ya lo estaba hace mucho tiempo, sin ir más lejos en la Grecia clásica. Decía Aristóteles: “La mejor de todas las cosas es la felicidad”. Hemos leído bien, lo que decía Aristóteles es que la felicidad es. Y en su ser radica su existencia, transforma la posibilidad en realidad. Puede que esa realidad sea intangible en la mayoría de las ocasiones, pero eso no la exime de su existencia. Quizá no sepamos dónde anda, ni qué es, ni siquiera el por qué de su existencia, pero es posible que este corolario nos aproxime más a ella. Sea.

 

 

 

¿Qué? Quizá lo que intuyó Julien Gracq: “La única forma que vale: deambular indefinidamente y sin referencias”.

¿Por qué? John Ashbery algo se olía: “En algún lugar alguien está viajando furiosamente hacia ti”.

¿Dónde? Giacometti apuntó: “La aventura, la gran aventura, es ver surgir algo desconocido, cada día en el mismo rostro. Es más grande que todos los viajes alrededor del mundo”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A MENOS DE UN MILLÓN DE MILLARDOS/16

A MENOS DE UN MILLÓN DE MILLARDOS/16

  Le petit amour fou. Collection Lambert. Avignon.

 

  Si alguien se encuentra a menos de un millón de millardos de segundos luz de Madrid, puede acercarse al paseo del Prado. Frente al Botánico, un elefante de siete metros con trompa por piernas antecede a la retrospectiva que Caixafórum dedica al mallorquín Miquel Barceló. La solitude organisative. 1983-2009. Un recorrido conológico que se detiene en diversos puntos de giro vitales del artista, que siempre busca la próxima estación de su obra. Una buena manera de ir viendo llegar la primavera.

http://prensa.lacaixa.es/obrasocial/view_object.html?obj=816,c,6469

 

LETRAS ENCARRILADAS

LETRAS ENCARRILADAS

 

 

 

 

 

 

 

 

—¡Viajeros al tren!

 

 

   Tres palabras que a lo largo del siglo XX se han repetido hasta la saciedad, y sin embargo casi nunca han extenuado. El apetito por los viajes no ha disminuido con el paso del tiempo.

 

  Tres palabras que marcan tres fases.

 

   La primera palabra, viajeros. No sé porqué pero enseguida se coloca al lado de la palabra lectores. Parecen inconscientes sinónimos que no se conocen de antemano pero que descubren una afinidad innata. Porque el comienzo de todo proceso relacionado con la literatura se ha iniciado con la lectura. El primer viaje entre líneas para quien tiene vista. La misma vista que contempla un paisaje nevado a toda velocidad desde el vagón, es la que ve la estepa rusa en las frases de Dostoievski.

 

  Un viaje de rumbo inconsciente, en el que se diluye el punto de partida, no se tiene destino, mientras la nebulosa de la droga literaria va cuajando como la cabaña que Baricco nos describiera allá por octubre. Porque esa es otra, octubre ya no es un mes, el tiempo tiene ahora otro sentido, si es que existe el tiempo. Existió Baricco aquella tarde soleada de jueves en De Rojas.

 

   Ese fue el último momento estático, porque luego llega la segunda palabra.

 

   La segunda palabra, al. La palabra que indica movimiento, traslación o cambio o... que más da, lo que fija es que ya hay un viaje en marcha. Una visión de lector de piel cuarteada, con ganas de encontrar un buen betún para su piel. El lector que quiere leer como lo hace un escritor, el que ya no ve nunca más un solo nivel de lectura, el que busca el ritmo entre las haches intercaladas, el que se adentra en los párrafos como inspiraciones profundas y sale de cada libro cuarteado. Con otra piel, con otro código.

 

Ese fue el primer momento dinámico, porque luego llega la tercera palabra.

 

  La tercera palabra, tren. La palabra que contiene otro mundo en la tierra. La que alberga sobre raíles otro espacio, otro tiempo, otra manera de interpretar. Porque dentro de un tren las sonrisas son más calmadas, el paso se adecua a la marcha del viaje y todos los inconscientes regalan velocidades distintas. El leer se hace más calmo, el imaginar otros viajes más placentero, y el escribir, ay, el escribir.

 

  El escribir es un golpe permanente en la cabeza, un zumbido perpetuo que recorre todos los raíles que al mundo han zurcido. Un zumbido que desprende un poema matutino, una crónica a la hora de la siesta o un relato antes de que pongan las calles en las ciudades entre las que se desplaza el viajante. Sí, viajante, porque el escritor es un viajante con su cabeza por maleta y sus letras por alforja. Ligero de equipaje, se desplaza por los raíles del interlineado sin horizonte preciso. Escuchando el roce de las ruedas del vagón, silbando calladamente la melodía de sus líneas, pierde su mirada en el cristal que le devuelve la efigie de lo que hace. En ese uno contra sí mismo, hay un uno contra el Uno de Heidegger, una lucha en pos del fracaso. Del fracasa otra vez, fracasa mejor de Samuel Beckett. Heidegger contra Beckett, la doble g contra la doble t.

 

   Galopa el tren, ironizando a García Lorca en su: “qué silencio de trenes boca arriba”.

TRILOGÍA DEL DESPROPÓSITO

TRILOGÍA DEL DESPROPÓSITO

El Muro de Gijón. En la época de la fundación del Real Sporting. Verano de 1905.

ZARAGOZA,  1-SPORTING, 3

 

 

La Romareda, Zaragoza.

 

  Dice el diccionario de la RAE que carrizo, en su primera acepción, es una planta gramínea, indígena de España. Sus tallos servían para construir cielos rasos, y sus panojas, para hacer escobas. El portero del Zaragoza, Carrizo, no es indígena de España, por lo que su condición de argentino podría eximirle de construir cielos seguros y rasos para su portal, pero que un portero no resulte una escoba eficaz, es un handicap mayor. Y el problema de la estadística lo resolvió mal el primer domingo de cuaresma. Tres tiros entre los tres palos realizó el Sporting, tres goles como soles de invierno. Como anticipo de la Semana Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo, trilogía sagrada la que firmaron los asturianos. Casi un milagro, que los dos mil aficionados que cruzaron España para apoyarles certificaron al acabar el partido con un feliz Asturias patria querida, tras aplaudir a una famélica afición zaragocista.

                       

  Y es que el partido tuvo mucho de extraño y menos de real. Se gustaba el Zaragoza tras los tres, sí, otra vez, tres últimos partidos, y se las prometía felices. Pero los de Preciado son un equipo curioso, con seis rayas rojas en la camiseta, o sea, dos veces tres, artistas en tejer una telaraña que asfixió cualquier intento creativo blanquillo. A ello ayudó un Edmilson fuera de forma, de criterio, de temporada y casi retirado. Su escasa aportación se confirmaba cada vez que la pelota entraba en su radio de acción, la inhibición absoluta, el antónimo del desmarque. Así que en esa tesitura, al Sporting poco le hizo falta para adelantarse en el marcador por medio de un Bilic tan simple como oportuno e irse al descanso más frescos que una rosa.

 

   La entrada de Jorge López en la segunda mitad pareció despertar al Zaragoza, pero tras el arreón inicial, Preciado comprendió que le tocaba compensar moviendo ficha. Entró Luis Morán y su banda diestra fue el estilete con el que hacer saltar la banca. En media hora, como los buenos ladrones, rompió la escasa sisa que le quedaba al traje blanquillo y se llevó un triunfo histórico para los asturianos. El Zaragoza metió a Pennant yArizmendi en el campo en espera de que una batalla alocada diera el triunfo al menos cuerdo, pero la cuerda la seguía tensando Morán desde su posición de interior derecho, como un buen títere la movió en el momento preciso, tras el gol esperanzador de Arizmendi, para servir a Barral el cierre de la trilogía de la efectividad. Tres disparos, tres ocasiones, tres goles. Al Zaragoza no es que solo le duela la derrota, es que como la salsa picante Tabasco, escuece, que también por ironías de la vida, con su vinagre, chile rojo y sal, va por ahí presumiendo de que solo lleva ingredientes naturales, solo tres. Cosas de la salsa roja, cosas de la marea roja sportinguista que acompañó a su equipo, cosas de Mareo a orillas del desierto que fue el Zaragoza al empezar la cuaresma. Ni la raspa de la sardina le quedó.

EL PASO EN MANTUA

EL PASO EN MANTUA

 

 

 

 

 

 

 

La mañana había salido fresca. Buena para los mantovanos, pero la bruma esponjosa que calaba en mi costillar no me dejaba darles del todo la razón. Me calcé las botas de ruido seguro y empecé a caminar por su adoquín. No tardó en hablarme de cómo estaba a esas horas. Me devolvía mis pisadas en forma de charco mocoso, a veces mohoso, y a mis calcetines les comenzó el temor de pasar un día entre humedales.

 

  No me amilané, la permeabilidad del paseante depende de tantos factores desconocidos que hacerse el ignorante profundo cuando comienza el callejeo desatasca la garganta. La flema que me había acompañado la noche anterior en la cama se había quedado en el váter de diseño lombardo gris. Verde sobre gris, combinación improbable para dar calma, pero que a mí me aliviaba como el que pasa la página más agreste de su diario triste de jueves rutinarios.

 

  Sí, un diario de jueves, de querencias adoptadas, como las madalenas industriales que se comen cuando no queda ni una chispa de imaginación en tu fósforo cerebro. Esas traicioneras madalenas que ni con leche se despegan de la glotis. Redondas en su forma externa, pero repletas de puntas de miga cuando llegan a la garganta. Un trago de agua sin gas me devolvió la calma, y busqué agua en grandes cantidades. La encontré en el lago que abraza la muralla de Mantua. Me calmo la vista, relajó mi pulso y el sonido de un cisne remolón adormeció mi oído. El susurrar inocente del viento en el sauce llorón hizo de anestésico y me olvidé de los humedales que acechaban a mis calcetines.

 

  Caminé por la hierba fresca junto al agua dulce y mis pasos empezaron a hablar de tierra machacada por las innumerables incongruencias de los paseantes. Incongruencia en el fumar puros toscanos con una tos egregia, incongruencia de comerse un bocadillo de panceta con la barriga feliz, incongruencia en los pies descalzos que llamaban al humedal a prestarles un buen revuelto de hongos. De esos hongos color crema, color marrón, color incongruencia.

 

   De esa rítmica incongruencia que me entró cuando vi a una cuadrilla de mantovanos reírse sin parar por la calle, a los que tuve que ceder el paso para no ser atropellado. Qué hacía allí alejado de todo lo que me aferraba a lo que era. ¿Cuántas lágrimas caben en Mantua?, ¿cuántas lloreras caben en su lago? Lucrecia se manifestaba en cada sonrisa de italiana maquillada que me cruzaba, Lucrecia me guiñaba un ojo cada vez que se reconocían dos paseantes, Lucrecia me miraba desde cada escaparate en penumbra, Lucrecia me susurraba al oído que era una sombra gris en un mundo de sonrisa verde. Lucrecia me recordaba la flema matinal en el váter lombardo. Maldita la hora en que le dije a Lucrecia: “me voy a Italia, haz con tu humedad lo que quieras”.