TRILOGÍA DEL DESPROPÓSITO
El Muro de Gijón. En la época de la fundación del Real Sporting. Verano de 1905.
ZARAGOZA, 1-SPORTING, 3 La Romareda, Zaragoza. Dice el diccionario de la RAE que carrizo, en su primera acepción, es una planta gramínea, indígena de España. Sus tallos servían para construir cielos rasos, y sus panojas, para hacer escobas. El portero del Zaragoza, Carrizo, no es indígena de España, por lo que su condición de argentino podría eximirle de construir cielos seguros y rasos para su portal, pero que un portero no resulte una escoba eficaz, es un handicap mayor. Y el problema de la estadística lo resolvió mal el primer domingo de cuaresma. Tres tiros entre los tres palos realizó el Sporting, tres goles como soles de invierno. Como anticipo de la Semana Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo, trilogía sagrada la que firmaron los asturianos. Casi un milagro, que los dos mil aficionados que cruzaron España para apoyarles certificaron al acabar el partido con un feliz Asturias patria querida, tras aplaudir a una famélica afición zaragocista.
Y es que el partido tuvo mucho de extraño y menos de real. Se gustaba el Zaragoza tras los tres, sí, otra vez, tres últimos partidos, y se las prometía felices. Pero los de Preciado son un equipo curioso, con seis rayas rojas en la camiseta, o sea, dos veces tres, artistas en tejer una telaraña que asfixió cualquier intento creativo blanquillo. A ello ayudó un Edmilson fuera de forma, de criterio, de temporada y casi retirado. Su escasa aportación se confirmaba cada vez que la pelota entraba en su radio de acción, la inhibición absoluta, el antónimo del desmarque. Así que en esa tesitura, al Sporting poco le hizo falta para adelantarse en el marcador por medio de un Bilic tan simple como oportuno e irse al descanso más frescos que una rosa.
La entrada de Jorge López en la segunda mitad pareció despertar al Zaragoza, pero tras el arreón inicial, Preciado comprendió que le tocaba compensar moviendo ficha. Entró Luis Morán y su banda diestra fue el estilete con el que hacer saltar la banca. En media hora, como los buenos ladrones, rompió la escasa sisa que le quedaba al traje blanquillo y se llevó un triunfo histórico para los asturianos. El Zaragoza metió a Pennant yArizmendi en el campo en espera de que una batalla alocada diera el triunfo al menos cuerdo, pero la cuerda la seguía tensando Morán desde su posición de interior derecho, como un buen títere la movió en el momento preciso, tras el gol esperanzador de Arizmendi, para servir a Barral el cierre de la trilogía de la efectividad. Tres disparos, tres ocasiones, tres goles. Al Zaragoza no es que solo le duela la derrota, es que como la salsa picante Tabasco, escuece, que también por ironías de la vida, con su vinagre, chile rojo y sal, va por ahí presumiendo de que solo lleva ingredientes naturales, solo tres. Cosas de la salsa roja, cosas de la marea roja sportinguista que acompañó a su equipo, cosas de Mareo a orillas del desierto que fue el Zaragoza al empezar la cuaresma. Ni la raspa de la sardina le quedó.
5 comentarios
ivostri -
7 -
bo -
mirada -
:-)
Un besito al aire.
mapi -