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PIERO

Narrativa

TABACO

TABACO

 

 

   La revista literaria trimestral Narrativas ha incluido en el número 16, Enero-Marzo 2010, el relato Tabaco. Narrativas es una revista digital que se define como modesta. Los que se acerquen a ella podrán comprobar que también casan con calidad. En el actual número, en la página 68, Tabaco; en el resto del ejemplar, la calidad.

 

http://www.revistanarrativas.com

 

Y este es el sumario del número 16:

 

● Ensayo

Pantalla de papel ó Google Plunge (sobre “Crónica de Viaje” de Jorge Carrión), por Luisa Miñana
Coincidencias poéticas en “Jardines” & “Jardín de niños”. La palabra de Juan Gelman y José Emilio Pacheco, por Demetrio Anzaldo González
La construcción del sujeto nacional en Bolivia a partir de “Aluvión de fuego” de Óscar Cerruto, por Magdalena González Almada
Jane Eyre, o la heroína de la novela victoriana, por Enrique García Díaz

 

Relatos

Vidas de cine, por Carmen Garrido
En el mundo de Yupi, por Esteban Gutiérrez Gómez
Film, por Ricardo Bernal
Noche de estrellas, por Carlos Montuenga
Como la saturación del óleo sobre un lienzo, por Javier Esteban
Feligreses, por Ernesto Baltar
Sit down, please, por Ysaías Núñez
Color amarillo, por Gonzalo Martín de Marcos
Una boda, por Sergio Borao Llop
Remo y su loba, por Mathías Dávalos
Preguntas, por Juan Cruz López
Nada, por Juan Carlos Vecchi
El escondite, por Xuan Folguera
Problemas de puntuación, por Víctor Lorenzo
El asesino de la secretaria, por Emilio Gil
Las ratas, por Rafael Guerrero
Excursión, por José Antonio Lozano
Esa tarde, sin resistencia, por Carlos Santi
Tabaco, por Pedro Bosqued
Obra sanitaria, por Eugenia Piazza
La vieja carretera, por Juan Amancio Rodríguez García
Comala. Homenaje a Juan Rulfo, por Ramón Araiza Quiroz
Ojos de pez, por Esther Rodríguez Cabrales
Conservatorio, por Luis Emel Topogenario
Desde el armario, por Blanca del Cerro
Villa Borghese, por Eduardo Protto
Correspondencia nicaragüense (IV), por Berenice Noir
El viejo sable de ultramar, por Daniel Alejandro Gómez
Higiene vampírica, por Olivia Vicente Sánchez
No preguntes por mamá, por Carlo Reátegui Avilés
Sunamico. Crítica de última novela de Martín Revelo, por Pedro Rebollo
Regreso al pasado (II), por Enrique García Díaz
  

● Narradores

Fernando Aínsa

 

● Reseñas

“Conozco un atajo que te llevará al infierno” de Pepe Cervera, por Miguel Sanfeliu
“Gente cercana” de Diego Marín A., por Luis Borrás
“Siete casas en Francia” de Bernardo Atxaga
, por Ágatha
“Amar en martes” de Angélica Morales, por Luis Borrás
“Póquer de ases” de Manuel Vicent, por María Aixa Sanz
“Metempsicosis” de Jesús Serrano Belmonte, por Maiol de Gracia Clotet
 

● Miradas

Natalia Ginzburg, por María Aixa Sanz

 

Novedades editoriales

 

VIDRIO

VIDRIO

La tristeza sacude su melena de vidrio en un día de viento forzado, tan forzado que es soplado por el soplador de vidrio de la fábrica de La Granja que acumula cabellos como condenas que llenan las sepulturas de tristes cenas. ¿Tienen algún postre que no sea de la casa? Por supuesto, helado de sonrisa vidriada.

 

 

 

UN PRESENTE DE LITERATURA

UN PRESENTE DE LITERATURA

  

 

Un presente de literatura. O un regalo de libro. O un recuerdo de gozo. Si alguien todavía anda demasiado perdido en elegir buenas cubiertas, aquí puede encontrar una ayuda. Guiños a publicaciones que pueden hacer inolvidable al que se lo regale. La Escuela de Escritores con su ya habitual recomendación de diciembre.

http://www.escueladeescritores.com/recomendaciones-literarias-2009

 

 

INDIVIDUALIDADES PAREJAS

INDIVIDUALIDADES PAREJAS

 

 

 

  Juan López de Velasco, natural de Vinuesa, en el norte de la provincia de Soria. Mediados del XVI. En  1591 es designado secretario de SM Rey, Felipe II, cronista mayor y cosmógrafo. Hombre de talento y de mayor capacidad de trabajo. Cronista, geógrafo, cosmógrafo, codificador de leyes y lingüista.  Tuvo por misión lo que se salía del hábito. Retocar de manera eficaz, con las menores correcciones posibles. Deshacer las erratas propias de una impresión rápida. Censurar por gracia de la Inquisición el anónimo Lazarillo para que no perdiera personalidad.

 

  Había echado a andar sin elegir calzado, ni sendero, ni tiempo. Ni siquiera supo porqué le vino a la cabeza aquel castellano antiguo.  Recordó a Gracián : "No hay monstruosidad sin padrinos". Su caminar se hizo pendular, no dejó la senda pero serpenteaba inconscientemente, no miró alrededor, su mente empezó a buscar extremos disonantes, ripios perdidos en busca de algún fin. Las huellas que dejaba en la tierra tierna no marcaban ritmo, eran como el rastro de los acontecimientos grandes de la Historia que en realidad no pasaban a la memoria.

 

   Levantó la cabeza y no encontró ningún cartel informativo, ni flecha indicativa de sentido o dirección. Recordó sus clases en Santiago, sus paseos en la plaza del Obradoiro con compañeros como él, que creían en la posibilidad del que enésimo intento de regeneración calará en la sociedad. Y como el relámpago que antecede al trueno le llegó la excepción que certifica que el mal no tiene patrón, que su naturaleza desviada se guía por los caprichos de la bondad perdida. Recordó los cuatro centros de lectura existentes en el XVI en España. Alcalá, Salamanca, Granada y Valladolid. Sí, qué pena. Valladolid. Porqué diantre Valladolid. La única de las ciudades con vocales distintas. La única y puñetera que le hacía descuadrar el ripio incipiente. La retorcida capital del Reino. Al diablo con las excepciones. Le dio  una patada al único ser vivo que encontró en el camino. La cucaracha no rechistó, aunque no era consciente de que estaba viva de milagro.

 

   Siguió camino absorto, elucubró a que altura se encontraba, de qué tiempo estaba hecho su andar, dónde le llevaba la caminata. No se oía nada, ni nadie, él era el único que se movía. Así que se paró. Oteó el horizonte y nada pareció tener vida. Oyó su respiración, y pensó que aún vivía. Dio gracias de haber salido de la península antes de finales del treinta y seis, vivía ahora en aquella isla desde hacía casi nueve años. La historia diría que Nagasaki siempre iría ligada a Hiroshima. Hermanos hongos hermafroditas.

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CAFÉ

CAFÉ

   

     El péndulo dorado encuadrado en la madera crujiente veía al asa del cajón del limpiabotas ciático como se retorcía. Las patillas deshilachadas bajo la gorra trasnochada se acercaban al platillo oxidado del cliente rácano.

 

  Un caniche errático huyendo de su dueña, porque habían partido peras, buscaba compasión en el señor de gabán que ha perdido jugando al mus los cuatro duros que le quedaban para su funeral. La papelera metálica recubierta de plástico negro se colma de las servilletas que caen sobre ella impúdicas. La pajarita sutil sobre cuello rígido danza entre las mesas al compás de un Rachmaninoff instruido. Las teclas del piano se alejan con su cadencia del cenicero escaqueado harto de los malos humos. Mientras el azucarillo incontinente sobre el mármol caduco se pierde ante la ensaladilla enyesada en espera de sus exequias.

 

  La cafetera se va durmiendo con la niebla que da el tabaco picado de extraperlo, que llega tras la trifulca en el puerto entre maleantes y traficantes. En la reyerta poco quedó de bueno pero al final del pulso incierto y esquivo de la contienda saltó un rumor que se extendió por el café con más eco que fundamento.

 

   ¡Viva Rachmaninoff!, que nos espere muchos años en su caja de madera que aquí nos conservamos con alcohol al margen de las guerras. La proclama lanzó las miradas al bies en todas direcciones, se salvaron los melancólicos de una muerte segura porque los triunfadores fueron benévolos como el padre el día de la primera comunión del niño que nunca se portó como debiera. La sonrisa del infante quedó acentuada con el chocolate a la taza que en la barra del café, el camarero caduco había recalentado.

 

   Un San Bernardo traicionado y traicionero cruzó la acera en busca de cobijo y ante el espanto causado en el local, rehuyó de su intención inicial y se fue cumpliendo una vez más la voluntad humana.

 

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CUCHILLO

CUCHILLO

 Bolonia. Un día cualquiera.

 

 

  Busca un cuchillo que se ajuste a tu palma. En el cajón tienes varios. El de mango transparente mejor déjalo para el queso fresco. El de mango nacarado, ése que la abuela siempre usaba para untarnos la mantequilla, te servirá para extender el paté. Pero igual el de filo, el alargado, te cansará menos para cortar el salchichón. Pero en rodajas alargadas, y quítale la piel, y lo pones en platos pequeños, así parece que haya más. Bueno, ¿sabes qué? Que mejor lo decides tú.

 

   Como tu carrera. No me digas que le tienes miedo al plan Bolonia. Seguro que es mejor para tí, seguro que hará que no te encuentres con la grieta que se me presento a mí hace casi veinte años cuando dejé de ir a clase y me obligué a pensar que ya era mayor y sabía latín. Además Bolonia es una ciudad preciosa, llena de calles porticadas, y curiosamente la más larga se llama Zaragoza. Te sentirías bien allí. Hay un café cada cinco arcadas, una tienda de comestibles cada siete, y una sonrisa cada dos, así que enseguida te harás a sus columnas. Y llena de bicis, te cansarás de esquivarlas, o te comprarás una. Y verás lo que es pedalear sobre adoquines, tus muñecas se enrojecerán y fortalecerán. La llaman Bolonia la roja, la cuna del comunismo, de las ciencias humanísticas, la primera universidad europea. Y está de un subido, acaba de celebrar su primer milenio.

 

   Ya sé, ya sé. No hago más que venderte Italia. No es que quiera que vayas, es sólo que lo que vas a vivir a partir de ahora con tus dieciocho años no volverá. No te vayas si no lo ves, pero siempre es una oportunidad poder aprender. A lo mejor muchos días el viento te seca los labios yendo a la facultad, pero si persistes, igual otro día no te tienes que oír una tesis sobre virtudes y defectos de los cuchillos españoles que viven en cajones de cocina. Entonces me regalas un juego de cuchillos de esos con los que te engañan los bancos y a lo peor me dejas sentado y de piedra. Nos reiremos y entenderé por dónde andas aunque ya no te vea, sabré que cuando camine por un porche de Zaragoza, tú lo estás haciendo por uno del mismo nombre pero en Bolonia, o en Helsinki, o en Hannover. Sonreiré y veré a mi sobrina cogiendo la mesura que su tío loco siempre extiende pero nunca absorbe. Como el pan tostado. El que tienes junto al paté. Vamos a ponernos las pilas que en diez minutos llegará el resto. Esto queda entre nosotros. Y de lo dicho, ya no me acuerdo. Mándame una postal de dónde estés, un día tonto, de esos de lluvia, y así recordaré a Georges Perec cuando vea que tu caligrafía no consigue romper tu palma, como el cuchillo que has elegido. No me lo digas, lo leeré en tu postal.

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EQUINOCCIO DE CONTRASTES

EQUINOCCIO DE CONTRASTES

 La foto viene de http://dejamequetecuente68.blogspot.com

 

 

Estaba anocheciendo, cuando amaneció.

Turbante blanco, mirada negra.

Hombros excluyentes, faz acogedora.

Surgió del cauce, generando la ola.

Desde entonces, acuática es la luna.

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LA BOLSA DE PIPAS

LA BOLSA DE PIPAS

 

 

 Se cuece en Mallorca una revista trimestral que no tiene patrones. Su formato es el de una bolsa de pipas. Su contenido, nunca mira atrás. Letras envasadas al vacío, y sin vacío, como las pipas, para que no pierdan el frescor. Como ellos mismos dicen: "Es un vivo y fresco escaparate, donde autores aficionados y profesionales pueden anticipar fragmentos de su obra en marcha". Su número 75, octubre-diciembre, es tan adaptable que hasta ha recogido "Diálogo unitario".

http://piero.blogia.com/2009/081401-dialogo-unitario.php

El enlace a la revista a continuación.

http://www.labolsadepipas.com/

 

PARQUE DE LOS PRÍNCIPES

PARQUE DE LOS PRÍNCIPES

 

 

 

 

   Aquel taponcillo blanco vestido de blanco tiró un disparo y recibió un milagro. Y doy fe de que lo fue, porque todos lo vieron. Las cuarenta mil personas que aquella noche copaban el Parque de los Príncipes, lo siento, no puedo dejar de repetirlo, qué nombre tan bonito, levantaron su coxis al unísono. Bueno, no. Miento. Hubo un coxis perdido. Uno que aun mirando no lo vio. Lo secuestró su asiento y se perdió. No veía ninguna cara, sólo coxis espitosos. Tres microsegundos como milenios después pudo oír:

                

-No te alegras.

-No lo sé, no sé que ha pasado.

-Mira el marcador, ese no engaña.

 

Ese día el coxis perdido encontró su fe en el luminoso.

 

DESVÍO DE HORARIO

DESVÍO DE HORARIO

 

 

 

  Cabina de mando vacía. Noche cerrada. De repente entra uno de chaleco amarillo fluorescente que ilumina la cola del ave. Detrás otro de chaqueta azul, guardaespaldas involuntario. Se encierran en la cabina, mejor no pensar mal. Pues sí, mejor sí. Va a ser media hora de dilación hasta que otro del mismo cole del que parecía guardaespaldas llega con su maletín y toma mando del susodicho. Media hora de incertidumbre y se baja la pareja sonriente. El tren arranca y parece que recuperará tiempo, pierde la noche pero decide no correr más, para qué si tenemos todo el día por delante.

 

 

  Eso mismo debieron pensar la pareja de vagabundos que al raso me volvían a esperar en la estación de llegada. Se desperezaban puntuales, la misma media hora después. Será cuestión de parejas. Cada uno tiene su hora, o su cuarto, o su cuarto de hora.

ME ACUERDO

ME ACUERDO

 

Me acuerdo de un me acuerdo. Luego si me acuerdo os lo digo.

 

Me acuerdo de la tarde en que hice este ejercicio.

 

Me acuerdo del frío que pasé leyendo los correos de mis compañeros con sus me acuerdo.

 

Me acuerdo de que la memoria no tiene sentido.

 

Me acuerdo de la mano que nunca he visto.

 

Me acuerdo de lo que no oí en el velatorio de mi abuelo.

 

Me acuerdo de lo que siempre verá mi memoria si vuelvo a París.

 

Me acuerdo de que el terciopelo tiene algo que ver con cierto pelo.

 

Me acuerdo de que el olor de quien me abrazó nunca se ha ido.

 

Me acuerdo de cuando me he olvidado de llorar.

 

Ya me acuerdo de aquel me acuerdo.

 

Me acuerdo de cuando el mar me dejó seco.

 

CAPAZO CON BARICCO

CAPAZO CON BARICCO

Scuola Holden. Turín. www.scuolaholden.it

 

 

 

 

 

   "Lee los libros y sabe como leerlos". Dijo de Jorge Herralde en la fiesta de los 40 años de vida de la editorial Anagrama en un hotel del ensanche barcelonés. Al día siguiente, Alessandro Baricco apadrinó la primera edición del Máster de Narrativa, el primero de esta índole, que ha creado la Escuela de Escritores, en otro ensanche, el de Madrid.

 

   Hermanada, a través de la de la Red europea de escuelas de escritura creativas, con la Scuola Holden de Turín, por lo que la presencia de Baricco en la lección inaugural tuvo mucho de lógica. El escritor piamontés tiene en pleno centro de Turín, Corso Dante, el inmueble más representativo en Europa de lo que puede ser la enseñanza en la composición de textos.  De cualquier naturaleza, para cualquier persona. En definitiva, la voluntad de la Holden, en honor al personaje de J.D. Salinger,  es que no caiga en saco roto su experiencia como narrador, cuentista, ensayista, dramaturgo, escenógrafo.

 

   En su nueva y más amplia sede en el centro de Madrid, de techos tan antiguos como espaciosos, el escritor italiano tras escuchar como le leían un fragmento de "Seda" y le interpretaban de viva voz otro no pudo más que agradecer regalo tan inesperado. No en vano es su obra más referenciada. Trece años después de su publicación ha sido traducida a diecisiete lenguas y en España ya ha sobrepasado el listón de las cuarenta ediciones. Recordó adaptaciones cinematográficas de sus obras. "Océano Mare", o la de su monólogo teatral "Novecento", que Giusseppe Tornatore llevara al cine con el título "La leyenda del pianista en el océano". Su mezcla del mundo real con el onírico siempre ha seducido al mundo cinematográfico, aunque acaba recalcando que lo único que siempre ha hecho desde pequeño es contar historias en múltiples cuadernos en espera de ser leídos.

 

    Luego llegó la clase magistral. Por más de dos horas el turinés ejemplificó con el capítulo primero de "El ángel sellado" de Léskov lo que considera la compilación del conocimiento que debe tener un narrador. Y allí con tono calmo y gesticulación precisa aclaró lo que un escritor debe conseguir. Una macedonia de humildad y presunción. El escritor es aquel que ve en la cara que tiene delante aquello que uno mismo no se ha visto nunca. Alguien que guarda la distancia con el lector, que se acerca a él pero del que se retraerá para obligar a quien le lee a acudir a su territorio. Una figura de autoridad, que no autoritaria. Como un camarero que sirve con palabras tan sencillas como "si queréis". Es ahí dónde el lector podrá decidir. Si permanece, el narrador habrá creado el mundo que toda narración precisa. Y los oyentes de la lección magistral de Baricco lo pudieron corroborar, hasta el extremo de asetearle a preguntas. Cansado pero atento a la gente que le interpelaba, demostró que la timidez no está reñida con la atención.

 

   De manos largas y gestos naturales, Baricco también lo fue en la conversación posterior. Ya a quattròcchi, como dicen los italianos, explicó con agrado que no es fácil que un editor te lea, te haga sugerencias válidas y te haga recapacitar sobre lo que escribes. Porque el deber fundamental de escribir un libro es lograr un tiempo para la narración, distinto del que emplea realmente el lector. Si el autor no consigue su tiempo, no se le leerá. En cambio sabe que si un editor le lee, tendrá que seguir poniéndose su chaquetilla blanca y su bandeja de plata para repetir: "si queréis".

 

   Al ver al Baricco camarero, no quedan dudas de que lee los libros, sabe cómo leerlos, cómo escribirlos, y lo menos obligado, cómo explicarlos.

 

 

Este texto fue acogido en la balconada de las páginas centrales del suplemento cultural "Artes&Letras" que publicó Heraldo de Aragón en su edición del jueves 8 de octubre de 2009.

TABACO

TABACO

 

  

 

   Bendita lluvia. De nuevo nos trae aire fresco. Húmedo, sí; pero con un tono más...es igual, a quién le importa cómo sea, si cambia, hay algo de inesperado. Como la muerte de Lucrecia, no es una buena nueva. No me explico bien. Si no que el hecho de haber ocurrido conllevará cambios. Debería pensar que una muerte nunca justifica un cambio. Pero la muerte es parte sustancial de la vida. No la quiero, pero no la negaré, no seré un puritano simple. La simpleza, para el ignorante. El hecho de que las cosas cambien, siempre trae mejoras. No, no he dicho que quiera una guerra, ni un atentado, ni un simple asesinato. ¿Verdad que da asco decir un simple asesinato?

                   

También es simple el encendedor que tengo entre manos. Tanto, que seguro que más de cien personas en este momento tienen otro igual entre manos. Eso no quiere decir que no seamos únicos, que todos estemos deseando que muera la gente. Pero a parte de las cien personas que ahora tienen un encendedor en la mano, hay más de cien personas que han dejado de fumar.

 

    El día en que conocí a Lucrecia, descubrí lo que era un falda plisada.

 

Algo tan ligero me hizo comprender que lo de llevar los pantalones era otro de esos dichos nefastos y cobardes que gastan los hombres que fuman porque no pueden echar otro aire sin sentirse culpables. Hombres sin valor para exhalar, que con la excusa de la dependencia por el cigarrillo van aniquilando su capacidad de decisión.

 

   Y enseguida me pregunté si las mujeres con falda plisada están queriendo decir que ellas sí que tienen capacidad de decisión. Que son ellas las que eligen, que ningún collar o maravedí las va a convencer. Las plisadas convencen a las mentes planas, esas que tienen los que compraron una televisión último modelo, sí, de esas de pantalla plana. Prefieren a mujeres con falda tubo que a las que la llevan plisada. No, no es verdad. La falda plisada requiere más cuidados, y una mujer que cuida tanto su vestimenta no ve tan fácil el horizonte. En cambio una falda tubo. ¿Hace falta decir más?, una falda tubo dice tanto de las piernas que cobija. Ese tubo es el único que manda en aquellas piernas, porque la cabeza que rige a esas piernas no acepta más ordenes que las que dicta la tela. No hay plexiglás que les valga.

 

     El día en que conocí a Lucrecia supe que no llevaría una falda plisada cuando muriera.

 

   Y lo peor de nosotros, los hombres modernos, es que ya no valemos para casi nada. Ni sabemos apurar una colilla, ni ponernos un pañuelo para arreglar un grifo, ni mirar un triste conmutador. Nos quedamos en el todo terreno, hipotecados a plazos por una carrocería negra que no nos lleva a ningún lado, por eso se llena de pantallas para hipnotizar a los menores. Y un menor hipnotizado no ve más que tonterías, ni se le ocurre ver una de esas películas en blanco y negro de los años 50. De esas en las que las mujeres llevaban faldas tubo.

 

    El día en que conocí a Lucrecia, las gorras de taxista se vendían en el rastro a veinte euros.

 

   Cuando las películas eran en blanco y negro, los galanes llevaban camisa blanca. Ahora también, de acuerdo. Pero entonces por dentro del pantalón. Marcando cintura. Sí, los hombres entonces marcaban figura. No les bastaba con una mirada huidiza, o una ceja descarriada, tenían que entrar en plano largo y que su silueta los presentara, que su cadera hablara y que cuando encendieran su cigarrillo ya quedara claro que no era una secuencia para menores. Si entonces el susodicho abría la boca, la melena negra de la actriz no se canteaba un pelo.

 

  El día en que conocí a Lucrecia, sabía que llevaría el pelo arreglado hasta sus últimos días.

 

   La humedad de la tarde me reconcome el codo. Mi pelo hace tiempo que no habla, se fue en busca de descanso y mi codo se frustra cuando intenta pasar por mi cabeza. El brazo por encima de mi cabeza. Qué postura más cómoda. Cuando compraba los cigarrillos por cartones lo podía hacer. Ahora miro mi codo, miro en el espejo mi cabeza y pienso, en dónde habrán acabado tal cantidad de cartones de tabaco fumados. La colección de ceniceros recibidos, la cantidad de mecheros guardados. Todos sabían de mi afición, y de mi costumbre de no cobrar, y de la más firme todavía. La de no decir que no, por miedo a ofender al que agasaja. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que después de tantos años de conferencias, colaboraciones, apoyos, cenas benéficas todavía me haría ilusión otro cenicero? ¡Tanto iluso hay por la vida, que pensaba que fumando no me estaba matando!

 

   El día en que conocí a Lucrecia, supe que vería muchas colillas en los ceniceros regalados.

 

   Autoasesinato, diría cualquier meapilas que me viera fumar después de tantos años. Son geniales los meapilas, te impiden olvidar que la estupidez es tan inherente al humano, como el decir no tengo tiempo en vez de mandarte a freír espárragos. Cuántos espárragos fritos podrían fumarse los que han dejado el tabaco. Da igual rubio o negro, los espárragos verdes hacen sentirse ecológico a todos los comensales.

 

  El día en que conocí a Lucrecia, supe que no me arruinaría por comer en restaurantes rimbombantes.

 

    La comida es un combustible. Y como tal, como dijera Einstein, y si no lo dijo es igual, como era un genio, lo podía haber dicho. Decía que como combustible que era, no había que prestarle mayor atención. Estaba al servicio del cuerpo humano, verdadero prodigio en la tierra. No, ahora que lo pienso, no imagino a Einstein diciendo que el ser humano es un prodigio en la tierra.

 

 

  El día en que conocí a Lucrecia, imaginé a la tierra abriéndose a su paso.

 

 

   La tierra olía ahora a nuevo. El olor de la hierba mojada es embriagador, como el de la gasolina. Otro combustible sobre valorado. En cambio, el olor a hierba mojada no debería ser infravalorado. Ese olor significa que los seres más simples de la tierra se están reproduciendo. Son hermafroditas, pero al filamentarse, se reproducen, y en el proceso imprimen ese aroma a la tierra húmeda. Qué maravilla, al engendrar un nuevo ser, dejar semejante perfume embriagador.

 

 

  El día en que conocí a Lucrecia, comprendí lo que significaba embriagador.

 

   Hubiera sido otra cosa si hubiéramos engendrado. Las risas se habrían multiplicado, los lloros habrían sido más infantiles, las sonrisas más frecuentes. Es tan difícil dar un motivo exacto de porqué no se ha tenido un hijo. Es como la lluvia de esta tarde, algo que está, se ve, se valora, pero no se coge. No se puede almacenar la lluvia, no se puede almacenar la energía de tener un hijo. Deriva en impotencia. Y la impotencia no se cura con combustibles. Si la energía no alcanza, no queda más que ponerse chubasqueros, convivir con el chaparrón y mirar con esa macedonia de odio y envidia a los padres que ríen la última tontería del último de sus niños.

 

  El día que conocí a Lucrecia, supe que nunca pediría al camarero una macedonia.

 

 

    En la chimenea no falta el combustible, la leña crepita con gusto. Parezco un tonto al quedarme embobado mirando las llamas. Pero poca cosa más cuerda me queda. Mi jersey clarea en los codos, ya no lo puedo pasar por encima de mi cabeza, ya mi cabeza no supera nada. Ni siquiera tiene el valor de tirar los ceniceros regalados.

 

 

El día que conocí a Lucrecia, no podía imaginar que mis hijastros se llevarían sus cenizas y no recogerían los ceniceros. El tabaco tiene estas humedades.

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LLEGADAS CON ENCUENTRO/5

LLEGADAS CON ENCUENTRO/5

 La ilustración es de Jula. http://juladibuja.blogspot.com

 

 

 

  Desde cuando los médicos son patosos. Vamos. Se puede caer un tunante, un chorizo escapando, un torpe carnicero. Pero todo un supuesto Doctor. Deje de sonreír Margarita, o será otra enfermera más casada con médico cojo.

LLEGADAS CON ENCUENTRO/4

LLEGADAS CON ENCUENTRO/4

Tenemos al sospechoso a la vista. Acaba de bajar del autobús. Cambio. Un momento, se ha caído. No creo que lo haya hecho a posta. Metepatas sideral. Luz, entras tú ahora. Buena suerte con la noche estrellada. Cambio y corto.

 

PENA

PENA

 

 

De nuevo el sonido seco de la madera pulida. La consciencia del trabajo bien hecho. Del carpintero profesional, de su maestría. Podría haberla tenido el cirujano. Pero no, era el sino de los Malasombra, morir de pena en el quirófano. Es un sitio frío, lo sabemos. Pero morir con un bloque de hielo en la axila. Cómo puede ser que de tan frío se quedara pegado en el pelo. Ni que fuera Román un  peludo inesperado. La verdad es que llamarse Román y tener pelo es todo uno. Sin acordarnos de su apellido. Recuerdo un torero que murió corneado. Hasta ahí no tiene mucha miga. Pero llamarse Pepe Corteza y Otilio, de Felpudos a domicilio. Es patético. Y eso que a veces parece lógico que del cielo te caigan clavos. No, lo que dan ganas es de parar el mundo y bajarse. Como si fuera fácil. Las cosas que dan pena no se paran, se contagian, y empieza el carrusel de desgracias. Román Malasombra perdió en su primera comunión tres dientes, recuperó dos para la confirmación y su mujer en la noche de bodas, se supone que de un codazo involuntario, le quitó otro par. Sus encías sangraban tanto que se había aficionado al hielo sin alcohol, por eso su defunción fue triste para la parroquia, para el que le dio la extremaunción. Cuestión de lógica, cuestión de aprender bien a dar más pena.

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LLEGADAS CON ENCUENTRO/3

LLEGADAS CON ENCUENTRO/3

 

Neumático chillón, saluda al campeón. Me imagino que he ganado el oro, desciendo en loor de multitudes. Alucino y caigo de bruces sobre el niño que me admira. El sonrojo me visita, una sonrisa eclipsada ilumina mi rubor.

LLEGADAS CON ENCUENTRO/2

LLEGADAS CON ENCUENTRO/2

Fantástico, por fin llegamos. En dos minutos estoy en la oficina. En un mal paso caigo, cuando espero una mano que me ayude, encuentro una sonrisa por respuesta. Sonrío, podría ser la llegada de un buen día, a la oficina lo haré más tarde.

 

LA TERCERA MANO

LA TERCERA MANO

 

 

 

 

  Marin Marais salió de su casa, en la calle Bertin Poirée, con paso descontrolado, mirar tramposo y hocico vibrante. La llamada de Palacio Real no admitía esperas. Llegó ante su majestad y tras los protocolos inapreciados por el ya sudoroso Marais, le indicaron con la vista la viola de gamba que reposaba junto a la chimenea. Tras diez minutos frenéticos se hizo el silencio. El joven, exhausto, espero algún sonido, ya no un aplauso. Veinte segundos después, un simple: " ya le avisaremos".

 

  Monsieur Garnier no tuvo que trotar ni sudar. Vivía cerca del Palacio Real  . Ya superada la cuarentena, no quería que una sanitaria le cogiera fuera de París el día que fuese reclamado. Atendiendo a lo recargado de palacio, olvidó postrarse ante el monarca. Éste, por no mostrar palabra, prefirió señalarle con la mirada la viola de gamba. Ni el encontrarse tan cerca de casa, ni el tiento que da ser padre en cuatro ocasiones, evitaron que al cesar de vibrar las cuerdas de la viola comenzaran a hacerlo sus aletillas nasales. Escuchó por primera vez en su vida el ya reiterado en palacio: "ya le avisaremos".

 

   Monsieur de Sainte Colombe con paso calmo, mirada cálida y olfato sereno, caminó por el familiar empedrado callejero con mimo para no alterar su madera. Llegó con aliento plácido, y ya todo fue despacio.  Sacó de la funda su viola de gamba. La acarició como había hecho los treinta años anteriores, y con el primer rasgado en palacio, no se escuchó ni  tos, ni estornudo de torpe, ni grito de infante consentido. Cuando ya nadie recordaba que estaban en una prueba para el puesto de músico de cámara real, descansó la cuerda, y el silencio confirmó a los presentes que lo que acababan de escuchar no era un sueño.

 

   Con la inclusión de la séptima cuerda, la viola aumentó su extensión una cuarta.  Así imita todas las cualidades más bellas de la voz, que es el único modelo para todos los instrumentos.  Al hombre que había dado semejante paso musical no se le conocía casa. En la guía de direcciones de la ciudad de París de 1692 se anunciaba a los maestros de viola. Junto al nombre de Sainte Colombe un blanco tipográfico confirma que era un desconocido para el registro civil. Aún hoy, sigue ignorado.

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  Este texto fue acogido en las páginas del domingo del Diario del Alto Aragón de fecha 20 de septiembre de 2009. La versión en pdf en el siguiente enlace.

http://www.diariodelaltoaragon.es/Fotos/20090920124306029.pdf

 

 

LLEGADAS CON ENCUENTRO

LLEGADAS CON ENCUENTRO

 

 

Mañana gris, mente espesa. Llega el frenazo, me abalanzo sobre la puerta. Se abre y caigo al asfalto. Una sonrisa inesperada cambia el gris por blanco.