CUCHILLO
Bolonia. Un día cualquiera.
Busca un cuchillo que se ajuste a tu palma. En el cajón tienes varios. El de mango transparente mejor déjalo para el queso fresco. El de mango nacarado, ése que la abuela siempre usaba para untarnos la mantequilla, te servirá para extender el paté. Pero igual el de filo, el alargado, te cansará menos para cortar el salchichón. Pero en rodajas alargadas, y quítale la piel, y lo pones en platos pequeños, así parece que haya más. Bueno, ¿sabes qué? Que mejor lo decides tú.
Como tu carrera. No me digas que le tienes miedo al plan Bolonia. Seguro que es mejor para tí, seguro que hará que no te encuentres con la grieta que se me presento a mí hace casi veinte años cuando dejé de ir a clase y me obligué a pensar que ya era mayor y sabía latín. Además Bolonia es una ciudad preciosa, llena de calles porticadas, y curiosamente la más larga se llama Zaragoza. Te sentirías bien allí. Hay un café cada cinco arcadas, una tienda de comestibles cada siete, y una sonrisa cada dos, así que enseguida te harás a sus columnas. Y llena de bicis, te cansarás de esquivarlas, o te comprarás una. Y verás lo que es pedalear sobre adoquines, tus muñecas se enrojecerán y fortalecerán. La llaman Bolonia la roja, la cuna del comunismo, de las ciencias humanísticas, la primera universidad europea. Y está de un subido, acaba de celebrar su primer milenio.
Ya sé, ya sé. No hago más que venderte Italia. No es que quiera que vayas, es sólo que lo que vas a vivir a partir de ahora con tus dieciocho años no volverá. No te vayas si no lo ves, pero siempre es una oportunidad poder aprender. A lo mejor muchos días el viento te seca los labios yendo a la facultad, pero si persistes, igual otro día no te tienes que oír una tesis sobre virtudes y defectos de los cuchillos españoles que viven en cajones de cocina. Entonces me regalas un juego de cuchillos de esos con los que te engañan los bancos y a lo peor me dejas sentado y de piedra. Nos reiremos y entenderé por dónde andas aunque ya no te vea, sabré que cuando camine por un porche de Zaragoza, tú lo estás haciendo por uno del mismo nombre pero en Bolonia, o en Helsinki, o en Hannover. Sonreiré y veré a mi sobrina cogiendo la mesura que su tío loco siempre extiende pero nunca absorbe. Como el pan tostado. El que tienes junto al paté. Vamos a ponernos las pilas que en diez minutos llegará el resto. Esto queda entre nosotros. Y de lo dicho, ya no me acuerdo. Mándame una postal de dónde estés, un día tonto, de esos de lluvia, y así recordaré a Georges Perec cuando vea que tu caligrafía no consigue romper tu palma, como el cuchillo que has elegido. No me lo digas, lo leeré en tu postal.
piero © todos los derechos reservados
8 comentarios
MAPI -
FANTASTICO PIERO
Jarrita -
Edu -
TMA -
bo -
Marcos Ortega -
mirada -
Un abrazo enorme.
white -
Nos leemos