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PIERO

ANDANZAS DE RIBERA/7

ANDANZAS DE RIBERA/7

La foto es gentileza de Mapi 

 

 

DEL PUENTE DE LA ALMOZARA A LA PASARELA DEL VOLUNTARIADO

 

    

    Al dejar atrás el puente de la Almozara, en su margen izquierda el río se  muestra amigable. Tanto que el hombre ha reformado su encauce. Lo ha dotado de nuevo paseo al nivel de la ciudad, mientras a nivel de agua le ha hecho un traje. Un vestido en el que el cemento inicial se ha visto decorado por enredaderas horizontales de vegetación. Una franja de verde, coronada de flores de temporada, adorna al cemento y deja un camino al paseante de jardín bucólico. El andante se encuentra al Ebro por un lado, a la franja de jardín insospechado al otro.

 

   Una línea de verde y oxígeno con la que esconder el dominio del cemento del muro. Una guía en principio involuntaria para acompañar el tramo de ribera. Esa franja de vegetación controlada cobra un sentido inesperado cuando se ven las pequeñas esculturas. De hierro forjado, de verde húmedo, las ranas se extienden por el frente norte del río. Un ejército de las popularmente llamadas ranillas dan nombre a la Avenida. Una crecida de verde tan inesperado como el jardín de franja. Vegetación artificial con la que demuestra el hombre las ganas de dotar a la ribera de más elementos agradables. Esfuerzos humanos que llevan a la más limpia alteración del río.

 

   Sí, una pilona estilizada recoge los listados de acero que hacen posible la pasarela del voluntariado. El único elemento que salva el cauce del río de uso exclusivo peatonal, ha supuesto un nuevo camino de comunicación en el inicio el XXI. Iluminado de noche como faro calmo que antecede al meandro de ranillas, cruzarlo es inevitable para todo pedestre. Los días de viento las pisadas aprecian el bamboleo al que se somete la pasarela. Pero lo más apreciado es el silencio. No se oye al río, que comprende que está en un tramo relajado, de recién nacido, en el que la única presencia es la humana. Lejos de coches, autobuses o trenes, cruzar el Ebro por la pasarela se convierte en un regalo para los ojos que no deben temer a nada, que pueden gozar del nuevo ángulo del que ha dotado la pasarela. Como cuando al embarcar en un crucero, los pasos guían al inconsciente a un nuevo campo de disfrute.

 

    Lo hay en la margen derecha. Tanto que la instalación de un camino de madera en forma de pantalanes de secano asemejan a una marisma. Inesperada como un regalo en día de faena. El río ha dado a la orilla un margen amplio de tierra; sin profundidades engañosas, permite al hombre descansar en él, tomar el sol o meterse en sus aguas sin ponerlo en un aprieto. Marismas de plexiglás frente a las ranillas cobijadas por la franja de jardín horizontal.

 

   Se han puesto de acuerdo todos para hacer de este tramo el más ocioso del río, sin grandes destellos urbanísticos, el quehacer del voluntariado en la pasada Expo deja su recuerdo en la pasarela que se yergue con modestia para señalar el punto de disfrute iluminado para el peatón. El que llega sabiendo que todo lo que ve está hecho para sentirse más arropado, como la buena labor del voluntario. Para disfrutar con lo mejor de cada uno, su voluntad.

piero © todos los derechos reservados

 

 

 

3 comentarios

bo -

Las ranillas de Arrudi -¿o se deberían llamra ranicas?-son, quizá, lo que más me hace redcordar la Expo.La pasarela de Manterola ha sido una de las estructuras mejor valorado por todos. El premio de arquitectura que mereció está plenamente justificado. El tiempo la revalorizará más aún, si cabe. ¿Alguien sabe cuántas personas la cruzan a diario?

MAPI -

Es asi, asi lo vivo, gracias por volver a vivir y recordar y gracias por la foto.
Besazos,

mirada -

Se disfruta muchísimo. Te agradezco. Un abrazo enorme.

http://goear.com/listen/1a232a1/O-mio-babbino-caro-maria-callas