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PIERO

ANDANZAS DE RIBERA/6

ANDANZAS DE RIBERA/6

 Puente de la Almozara

 

 

DEL PUENTE DE SANTIAGO AL DE LA ALMOZARA

 

 

    Al cruzar el puente de Santiago, aunque sea ese día en el santoral, el paseante se siente muy profano. Tan alto respecto al cauce parece que en cualquier momento se va a desprender de él. Por eso enseguida busca como al amante, reencontrarse con él. Al hacerlo por la margen izquierda, para que su acompañante lleve el bolso en su diestra, recuperará al río a cambio de dejar a su derecha infinidad de barrotes. Los que acotan algo tan sano como un centro deportivo. Parece un contrasentido, pero con un poco de paciencia el suelo le dará la respuesta.

 

   Camino liso que lleva a un porche, elemento extraño en la ribera, sus paredes llenas de grafitis obligan a volver la vista al cauce. Y allí se percibe que algo extraño embauca su perspectiva. La techumbre del porche le coarta la mirada al alto, le da a cambio profundidad. Si se sienta en su pretil verá el pebetero del centro deportivo de antorcha guiadora que entabla un curioso duelo con el ladrillo de las torres del Pilar. Hormigón, acero, ladrillo. Todos provienen del agua, a todos los acompaña. Máximo gobierno, elemento tan caprichoso, que aquí se muestra más perezoso que nunca. Dejados atrás los barrotes del sport el río se ensancha, forma isletas, llanea y se percibe que el siguiente puente tendrá que adaptarse a él.

 

  Y así lo hace el de la Almozara, el que más pilares ha tenido que hundir en el cauce, el agua se ha desplegado de manera que el hombre ha tenido que tirar del carro más de lo normal. Quizá por ello cuando el paseante cruza a la margen derecha y baja  a ver la sala de máquinas del puente, le sorprende una escultura. Con ascendencia manifiesta en el italiano Giacometti, un carro es tirado por cuatro hombres, mientras dos por detrás les ayudan en el empeño. Cuando se toca la cabeza del guía del carro, parece que la escultura despierte, y de qué manera. Al tacto, la boca del guía quiere morder a quien le ha osado. Una vez disipado el temor, dejará al carro pasar y se encontrará con lo que mejor define al conjunto. Un séptimo hombre, descolgado, y tumbado en el suelo, escenifica la extenuación. Al paseante primario no le quedará otra que intentar levantarlo. Como ser indefenso que se muestra, tratará de levantarlo por su punto más sólido, la columna. Cuando el esfuerzo le haga comprobar que era vano, entenderá que la fuerza de la obra le ha abstraído de su realidad.

 

   Lleno entonces de dudas, recorrerá la margen derecha pensando que los cisnes que hay sobre una isleta son sueños de la realidad. Elementos de la naturaleza que el hombre ha puesto en busca de realidad. Virtualidades tan falsas como su blancura. La que nunca tiene un río aunque le permita al hombre practicar el piragüismo con la excusa de que por llevar el nombre de quien lo calienta va a ser su amigo. Helios transportaba su carro de oro a través del cielo proporcionando luz. Al anochecer se sumergía en el océano occidental, desde dónde era conducido en una copa de oro de regreso a su palacio de oriente. Como el sentido del Ebro. 

piero © todos los derechos reservados

2 comentarios

MAPI -

Ese es mi paseo favorito dominguero, pero adentra mas desde el Puente de Almozara hacia El Puente del Tercer Milenio diseñado por Arenas

Despues de la estatua a mano derecha la ribera te invita a pasear sobre maderos creando un clima con mucha imaginacion a los bosques japoneses.

Descubre esa ruta y cuentala .......

besos

bo -

Helios, sol, luz...¡ésto es el verano de este año!