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PIERO

ANDANZAS DE RIBERA/3

ANDANZAS DE RIBERA/3

 

                               DEL PUENTE DE LA UNIÓN AL DE HIERRO

 

 

 

     Saliendo del regazo de hormigón del puente de la Unión se asciende por la margen derecha en busca de la madera. Listas rectangulares que vibran con el paso, gimen con la rueda de la bicicleta, pero guían al peatón hacia el sencillo puente de la margen derecha. De trazo oriental, podría encajar en un jardín japonés, pero tiene más de poniente, del lugar donde muere el Huerva. Su baranda de cristal abre el campo de visión en el encuentro de las dos aguas. Si se baja al mismo borde, espera una mujer. Una estructura de hierro forjado, un rostro con coleta que mira al sol naciente. De largos brazos, de ligeras piernas, reposa y parece comentar las andanzas de río. Relaja pensar en lo que estará pensando, volver al cauce del Ebro resulta más dulce tras su mirada.

 

   Un sube y baja suave y cuco espera para acompañar al que sigue remontando el cauce. Una ligera pendiente final desemboca en las entrañas del puente de Hierro. En su útero, mucha sombra, muchos elementos verticales que asemejan a pértigas hundidas en el agua plácida que se acuna bajo el manto protector del puente. Cuatro pilonas de hormigón a cada lado, custodian los pilares de piedra que sustentan al hierro. Maquillada de verde no puede esconder sus remaches, sus parches, y menos sus innumerables agujeros donde las palomas encuentran su lugar de calma. A salvo del ojo humano fácil, reposan antes de emprender el vuelo. El paseante al subir al puente y cruzar el río ampliará el campo de visión. Si es zarzuelero, recordará a los soldados vueltos de Cuba cantando aquello de: "Por fin te veo, Ebro famoso.." Si tiene la vista larga observará a su izquierda la piedra del puente vecino y la de El Pilar. Cuando la gire a la derecha verá hormigón, metal, acero. Son las líneas que asemejando un pentagrama trazan los puentes río abajo. Ninguno se superpone en la línea de visión, todos caben en un plano vago. Sin esfuerzo comprenderá el paseante que la evolución le lleva a Levante.

 

   Hacia dónde mira otra escultura seccionada. Al dejar el puente de Hierro río abajo le espera un bloque de hormigón blanco extraño. Hasta que ve una cabeza que mira a oriente, unos brazos que le acompañan mientras que el tronco y las piernas parecen haber quedado sepultados en el cemento. No se sabe si algún día casará con la mujer de la orilla opuesta. La experiencia dice que cemento y hierro ha construido muchas casas. Falta saber si serán familia.

 

   Con la duda sigue el paseante por la margen izquierda, más hecha a voces altas, a menos motores. Así el rosario de piraguas que surcan el río esa mañana le dan jolgorio a la ribera, hasta que el silencio se hace extraño. Tanto que cuando llega, el paseante se pregunta si ha pasado algo. Sí, en medio de una arboleda, un grupo de personas sigue con su clase de Tai Chi. Un remanso de paz entre palas de remo. Hasta los espectadores que animan a los palistas dejan descansar a sus megáfonos para no molestar. Piragüismo y Tai Chi casan en la ribera, ejemplo práctico para las estatuas que sentadas en márgenes opuestas esperan armonizarse un día. Podría ser una unión de hierro, como los puentes que las acercan.

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4 comentarios

bo -

Siguiendo lo que ha dicho Edu: "más cine, por favor", Piero.

Edu -

El fecundo paseo del andarín esbelto traza intrépidos encuentros entre formas encontradas. Revela escuetos perfiles que pocos ojos atisban. Silabea agudamente los ritmos de la mañana fresca y simpática que está a punto de perder su candidez. Enfoca muy sabiamente el acontecer frecuente en sabrosos planos de fértil simplicidad. Compone, en fin, un poema, una imagen, que bien pudiera ser cine.

MAPI -

Es precioso nunca habia visto el puente desde ese punto de vista.Gracias.

mirada -

Es una delicia leer tus andanzas, leer tus miradas a las riberas de este río.
Caramba, me acabo de dar cuenta, me queda un poquito más cerca.
Muchísimas gracias por compartir así.
Un abrazo.