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PIERO

LAS FLORES NO VAN AL PURGATORIO

LAS FLORES NO VAN AL PURGATORIO

   

    Me cogió con cariño. Me asombró. Sus manos finas me separaron del tallo con un hasta luego. Así que mi raíz no se atrevió a decir adiós. Ni pensó que no volvería a verme.

 

   Me metió entre dos páginas de su libro. Recuerdo que en su portada había un cielo azul y un infierno rojo. Eché de menos un punto intermedio. Me sentí aspirada. Me dejó sin movimiento pero no sin vida. A partir de entonces fui compañera de su mesa, de su pantalla de ordenador, de su sofá cama. Aplastada pero con suerte, vivía en una calle hueca.

 

   Me acunó un día de lluvia en papel cebolla, en cartón en días de tormenta, hasta que un día me llevó al fotógrafo. No lo vi, pero un haz vertical de luz me deslumbró medio segundo. Cuando recuperé la vista me reconocí en el monitor, no estaba segura de que esa fuera mi fisonomía pero sí de que era mi espíritu.

                       

   Supe que algo especial iba a ocurrir. El mejor de los soportes sería para mí. En cartón satinado. Impermeable a las palabras estúpidas que tendría que oírse la autora, sabía que viviría junto a ella muchas cosas. Que si me había elegido para ser su tarjeta de visita, mi traje de rojo satén sería ese satinado que acompañaba su nombre. Me imaginé en muchos lugares distintos, con o sin ella. Supe desde entonces que la llevaría como una madre lleva a su hija.

 

   Entregó a su madre su alfabeto. Cuando hubo leído el título, me miró y esbozó una sonrisa. Cuando una hija muestra su fruto a una madre, ésta sabe que el tiempo se dilata. Que aunque alguna se vaya, su espíritu permanecerá un poco más.

 

   Me puso boca abajo; puede que por pudor, seguro que para no estar expuesta al deterioro. Mi lugar de reposo fue una madera cálida, acostumbrada a servir de descanso a objetos apreciados. Aquella cómoda, sabía por experiencia que todo lo que estuviera sobre ella era importante para la madre.

 

   Lo confirmé al oírlas.

 

--Me gusta tu portada --dijo la madre.

--¿Por qué? --preguntó la hija sorprendida.

--Es atemporal -contestó -no se sabe si está viva o muerta, si irá al cielo o al infierno.

-- ¡Mama, que cosas tienes! Irá al purgatorio, te lo digo yo. No ves que he vivido bastante tiempo con ella.

--Hija, que hayas compartido buena parte de su vida, no significa que lo sepas todo de ella. Las flores no saben lo que es el purgatorio, y menos el cielo y el infierno. Son inocentes, por eso van siempre al limbo.

piero © todos los derechos reservados

 

 

 

 

 

 

 

4 comentarios

mirada -

Ingenioso texto, lleno de dulzura, de amparo...
Es un regalo hermoso, lo lees y te llenas de amor por la vida.
Muy agradecida, a esta flor de día festivo. Un abrazo.

mapi -

salvo las rosas donde iran a parar

Por su gran belleza al limbo o al cielo quizás

Por su espinas al infierno

Hay una leyenda que dice que las rosa no tenia espinas, las personas las cortaban y no apreciaban su belleza; así que Dios le dio espinas y solo aquellas´personas que realmente valoran la belleza, podrán tenerlas; como a una mujer ,por eso se relaciona mujer y rosa
Besitos florales

Edu -

Tímida y perpleja como buena flor de mayo, acompañas lealmente nuestros primeros atisbos. Radiante y despreocupada vives ajena al destino. No sabes aún que tu destierro está descrito hace siglos, en la periferia injusta donde viven los olvidos. Inocencia marginal, te sabes eterna y pura. Otro día volverás.

bo -

"Mi raiz no se atrevió a decir adiós" ¡Cuántas veces nos ha pasado esto! ¡Qué difícil deshacerse de ciertas cosas, lugares y personas. B&BBo