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PIERO

ANDANZAS DE RIBERA/4

ANDANZAS DE RIBERA/4

Vista de Zaragoza (1647) tras la ríada de 1643, que rompió el puente de Piedra. Obra del conquense Martínez del Mazo (yerno y ayudante de Velázquez). Museo del Prado.

 

DEL PUENTE DE HIERRO AL DE PIEDRA

 

 

   Del Hierro a la piedra, de la locomoción a la rotación, del raíl a la rueda. De verse al agua acompañar al paseante, a verla como se esconde. No, sólo cambia el  punto de vista. En realidad el que se ha elevado es el ciudadano. El que ha perdido la ribera y ha necesitado ganar desnivel para arañar altura a sus edificaciones.

 

   Pero para continuar la ribera, el andarín desciende hasta el hierro, deja atrás su óxido y encuentra ínfimos islotes que se adentran en el flujo del río. Los patos le divierten al paseante la vista hasta que topa con una pasarela de acero que le cubre. Su pilar principal visto desde la base le recuerda al pebetero del olímpico de Montjuic, la rampa de listas de madera, al tren humano de pisadas que con la excusa de acercarse al agua encuentra la sombra.

 

   Sí, es la sombra, la que reina en este tramo. Las paredes construidas por el hombre para controlar las crecidas del río le dan tanta verticalidad a la ribera que a ratos le parecerá entrar en las cloacas. La presencia de una mosca desproporcionada se lo podría confirmar. Es otro grato guiño para el que pasea a ras de agua. Una mosca forjada, anclada al suelo, de dimensiones de adolescente, parece posada en las piedras del río en espera de presa. La escultura se ve coronada por una cabeza de piedra rodada. Como muchas cabezas asemeja simple y llana, pero el lugar donde la han posado abre pistas sobre porqué artista y posición pueden decir tanto a quien observe. Una mosca con hierro por patas y por cabeza piedra entre los puentes del mismo material.

 

    El paseante se decide a cruzar el puente más antiguo, el de Piedra, con sus rampas más acusadas. Con la cruz en su alto que recuerda al reverendo toscano Basilio Boggiero, educador del que fuera defensor de la ciudad, el general Palafox. Junto a la cruz, el desnivel más pronunciado del que se pierda por la ribera, y alzando la vista la construcción más alta que le espera en el camino, las cuatro torres del Pilar.

 

  Antes de que se le pase la hora, se llega en descenso a la margen izquierda, la del barrio de Jesús, la que más señala que quiere acercarse a la otra margen. Se nota en que no deja de mirarla, en que se acicala sólo si la mira. Si no, sus calles serían impersonales, sin vistas a la humedad que le llega del río. Pero está el balcón de San Lázaro y su molino que no cejan en mirar a la parte antigua. Una nueva estructura metálica vuelve a sorprender al paseante. Un mirador aislado y caprichoso. Una punta que entra en el río a más de diez metros de altura. Una estructura gris y ligera. Tan extraña que cuando más cerca está del agua el visitante notará como el viento agita la estructura. Indefensión inesperada ante la aparente solidez que da el gris metal. Lugar perfecto para cambiar el ángulo de visión a los andarines confiados. Esos que no imaginaban que el metal dijera tanto como la piedra, que siempre guió a las mentes menos adaptadas. Cuestión de prejuicios de piedra para cualquier edad.

piero © todos los derechos reservados

2 comentarios

mirada -

Hay algo muy bueno que consigues con tus textos, consigues provocar mi curiosidad, mi imaginación, ...
Hay más, también, nos transportas allí a donde tú quieres.

Gracias,Piero.

Es una gozada leerte, gracias, gracias, gracias.

:-)

¿sabes?

Me he puesto con el earth a recorrerme todo el curso del río Ebro.

Besitos.

mapi -

ES ASI QUERIDOS AMIGOS QUE NO CONOCEN ZARAGOZA, ES ASI SI SEÑOR,BRILLANTE TREN HUMANO DE PISADAS
GRACIAS CONTIGO VUELVO A PASEAR LA RIBERA.....
BESOS