SUELA SINTÉTICA
Subí al vagón del metro con el pelo calado por la tromba. Me senté en espera de un poco de calma, pero un par de mujeres de tobillos anchos ocuparon con sus paraguas los asientos de enfrente.
—¿Y cómo has dicho que se llamaba la señora esa?
—Lucrecia.
—Pero ese nombre existe —preguntó Lola frunciendo el entrecejo.
Raquel se miró las pulseras que le había regalado Lola puntualmente cada cumpleaños.
—Si se llama así, es que existe, ¿no? No conozco a nadie que existiendo, su nombre sea ficticio. Desde el momento en que existe alguien con un nombre, ese nombre existe. Es de cajón.
—Mira, Raquel. No entiendo porque me tienes que llamar encajonada, o encajadora, o acojonadora, o lo que tenga que ver con cajón, y un jamón. Te he traído el paraguas porque sabía que iba a diluviar y lo tuyo es vivir en Babia. Mírate, si no fuera por las pulseras que te regalo, cualquiera te confundiría con una pordiosera.
Se volvió hacia mí, pero no tenía el día para aseverar. Escondí la mirada en los zapatos de Raquel.
—Y tus zapatos, dan grima. No ves que la suela sintética te hace patinar a la mínima. Lo que faltaba, la patosa Raquel muere como una pordiosera en el andén.
—Y creerás que tienes gracia. Dejarme en evidencia, siempre. Como autodefensa, ¿quizá?
—Encima de torpe y quejumbrosa, faltándome.
—Sabes la causa de que esté así, el porqué de ir vestida como voy, y te regodeas de todo y para más inri con todo el vagón.
Me dieron ganas de pedir al resto del vagón que le cantáramos las cuarenta a Lola, pero tampoco tenía el día de héroe por un día.
—Lo que te ocurre sólo tú lo sabes, pero desde luego es un anticipo de lo que te va a venir, porque ni un pequinés en día de permiso se tira cuesta abajo para llegar a Saigón.
—Me encanta, otra de tus pedanterías limpias para que no mancille nadie tu honor. El honor de Lola, en las mejores salas, sonido Dolby Sorround, para que la voz de Lola, sí, esa que ustedes estaban esperando, retumbe en sus tímpanos.
—Gracias por la bendita ironía, sabes lo que me duele no haber llegado a estrenarla por culpa del tirón que tuvo la de... ¿cómo se llamaba la pestilente esa?
Reaccioné al ver el cartel de Sol, me bajé sin oír el nombre, pero sonreí imaginando que se llamaba Lucrecia.
7 comentarios
white -
Alguienquequieredeciralgo -
white -
mapi -
me encanta parecia que estaba en el vagón, como sera Lucrecia
aajjaja
intriga emocion ahahahah
bo -
Marcos Ortega -
Dos versiones diferentes del mismo metro...
mirada -
Este texto también me lo parece, pero un poquito más, ¿qué hay más que excelente?
:-)
Los diálogos los has bordado, Piero, es una descripción muy clara con una imagen totalmente nítida, parece que estoy en el metro, escuchando y mirando la escena, ... nada pequerrechiño que eres muy bueno, me gusta, me gusta....