DOMINGO DE RAMOS
<La foto corresponde a Samuel Wolstenholme. El futbolista inglés jugó a principios del XX más de cien partidos con el Everton. Internacional con Inglaterra. Entrenaba en Alemania en 1914. Fue hecho preso en Berlín al inicio de la Gran Guerra. Tras pasar por varios equipos, fue entre 1924 y 1926 el primer entrenador profesional de la Gimnástica de Torrelavega. El Tottenham ganó la última Carling Cup con un español en el banquillo. El fútbol, a veces, es recíproco.>
TOTTENHAM, 2-CHELSEA, 1 Domingo 24 de febrero de 2008. Wembley, Londres Seis finales en dieciocho meses con el Sevilla. Cuatro meses en el norte de Londres y alguno más comprendió lo que dice el manchego. Prefiero no jugar finales a perderlas. Las había ganado en miércoles, en sábados, hasta en viernes. Ahora para Juande Ramos el domingo también es festivo. Mal se le puso la de esta Copa de la Liga, la del regreso a Wembley. Al cuarto de hora Drogba enchufó adentro un balón al que Robinson le había hecho hueco. La primera regla de un portero en las faltas es guardar su palo natural. Sustituyendo a Cerny en la final, su error hizo temer lo peor a los Spurs. El Chelsea se relajó con el gol, se hizo con la posesión ante un Tottenham que creyó que una final dura una eternidad. Pareció acertar porque se retiró al descanso sin desgaste físico. Volvió con Zokora y Jenas concentrados y fue la espoleta necesaria para que Berbatov y Keane presentaran sus credenciales para llevarse la copa. El búlgaro definió con maestría el penalti de la igualada y a esperar la prórroga. Se diluyó de mala manera el Chelsea. Fueron despareciendo sus medios centros Mikel y Essien en un ejercicio cercano al suicidio. Así con Drogba de palomero sólo los balones largos de Lampard podían dar oxígeno a un Chelsea tan acostumbrado a ganar que ni imaginaba perder. Y ocurrió, en la primera falta de la prórroga se decantó la balanza. Balón colgado al área, a la zona de nadie; llega desde atrás el central Woodgate y en semifallo cabecea un balón que entró pidiendo permiso por no decir llorando. Así se le quedo la cara a más de uno del...Tottenham. No podían creer que su equipo hubiera remontado el gol regalado al inicio. Pero no todos conocían bien a Ramos. Su espíritu competitivo no se sacia nunca, encuentra en Poyet a su brazo comunicativo con los jugadores. Y así, poco a poco, manejando los tiempos donde nadie lo consigue, administra la final sin ser todavía su dueño. Esa es la grandeza de los equipos del entrenador español. Da igual de que sea la copa, contra quién o con quién cuente para llevársela. Lo ha leído todo, sabe lo que influye en un partido de máxima tensión, la absorbe toda y deja que sus jugadores se atrevan con lo que intuyen que está bien. Que se le pregunten si no a Zokora, que por dos veces tuvo la ocasión de sentenciar la final. Ni eso le hizo falta al Tottenham. La seguridad en el trabajo bien hecho le permite pensar en el siguiente balón desequilibrante. Esa es la diferencia de un grande. Da igual la altura desde la que caiga, siempre se levanta. Y cuando se levanta, no perdona nunca, porque los que huelen a campeón ni en domingo de cuaresma dejan de festejar.
0 comentarios