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PIERO

GLORIETA DOMINICAL

GLORIETA DOMINICAL

  la foto es de www.carabarber.com

  

   En esta ciudad los semáforos son de colores tenues. Son tantos que con esa tonalidad evitan estar omnipresentes. No se dan cuenta que sólo es una operación de maquillaje. Como toda ciudad caótica que se precie, para compensarlos las calles están salpicadas de coches mal estacionados. Asemeja tanto este rasgo a una ciudad italiana que dan ganas de gesticular ante el avance masivo de coches tan prepotentes como su rastro.

 

    En una terraza de glorieta transitada las conversaciones parece que se diluyan con más rapidez. No es así, al menos para los vecinos de velador. Reíamos, charlábamos, en definitiva éramos inconscientes del paso del tiempo mientras los sibilinos oyentes disfrutaban con nuestros epítetos. Sumidos en la agradable mañana que calentaba tardamos en ver aquel coche. Llevaba más tiempo del recomendable parado, estaba al filo de la multa. Quizá por ello había dos personas dentro. Tratando de evitar lo previsible desde su condición de habitantes de un mundo de lujo.

 

  No sé podía vislumbrar su personalidad, sí su condición. Sus complementos, su manera de leer revistas, nos hizo comprender que eran hijas de su tiempo. Tan dependientes de él, que todo en ellas había sido establecido antes por el mundo de la moda.  Esa moda en la que ahora no hace falta ni comunicarse, por eso creo que nos hizo reparar en ellas. Más de veinte minutos sin hablar, pasando páginas de cualquier publicación que les llevará a una situación todavía más sofisticada de la que ya tenían. Otro analgésico para una mañana a la que todavía no se habían habituado. Sus manifiestas gafas de sol las calificaba, su pelo teñido y bruñido en la peluquería las volvía mas irreales todavía.

                       

  Necesitábamos saber quien guiaba aquella nave futurista que siguiendo la moda ya se había quedado en el pasado, con el poso que dejan los que no saben que ya están detrás cuando querían ser pioneros. La escena era tan estática que necesitábamos seguir charlando para no perecer de inmovilismo. Cuando cuatro risas después giramos la cabeza el sarcófago rojo magenta había desaparecido. No sabemos quien era el enterrador que se lo llevó. Pero tuvimos la certeza de como serían las exequias.

 

  Las que tienen las que dejan que les elijan todo para no pensar nada. Mundos vacíos llenos de decoración. Embalajes recargados de voluntades vacías. Es lo que tiene este principio de siglo. Signos por todas partes en busca de algún significado.

 

  Nos levantamos en busca de él, una fachada propiedad de una compañía de seguros nos dijo lo que buscábamos. Su vidrio negro  nos anticipó un mundo feo, que busca en lo tenue reflejarse. Nuestra gesticulación era en aquel momento el único rasgo de vitalidad a tres manzanas a la redonda. La que todavía nos daba esperanzas de seguir más allá, aunque sea de tapados.

piero © todos los derechos reservados

3 comentarios

mapi -

Lo que mas me gusta de esta vida, tener ojos para observar, oido para escuchar los silencios, olfato para memorizar los recuedos y tacto para tomar conciencia de las formas de las cosas y con todo esto observar la gente de alrededor y te llevas una gran sorpresa.Un beso

Edu -

La apacible cotidianeidad de una mañana cualquiera propicia, a veces, inestimables momentos de indolencia extrañada y de felicidad inesperada. Momentos muy efímeros, raros y, por eso mismo, preciosos. Instantes robados a la rutina perniciosa y despiadada que pocas veces nos deja en paz. Pequeñas ráfagas del tiempo irreal, o el más real, ese tiempo en el que nada es feo y todo es posible. Ese trozito de tiempo en el que algunos, demasiados, ocupados en decorar su burbuja rojo magenta, nunca podrán habitar.

mirada -

Es un cuento muy agradable de escuchar, podría serlo. Siempre me pasa con tus textos, cuando estoy en lo mejor, en seguida llega el final. Me gusta leerte, creo que no te lo había dicho nunca ¿verdad? :-)
Gracias Piero, muchas gracias.