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PIERO

MIEDO

MIEDO

 

 

   "Hoy en día podemos sentirnos libres, pero todos sabemos que vamos a morir, y allí tampoco ignorábamos que la muerte golpeaba: no era cuestión de diez, veinte o treinta años, sino de algunas semanas o meses. Y sin embargo, extrañamente, eso no cambiaba demasiado las cosas. El pensamiento de la muerte se reprimía, al igual que en la vida cotidiana. La muerte no figuraba en el registro de las palabras o los miedos cotidianos".

 

                                                                                                                         Primo Levi

 

 

 

 

  Olía. Los párpados cerrados. Secos ya de lágrimas. Exhaustos de mirar lo que no se ve.

No buscaba concentrarme para captar mejor aquel olor. Sólo olvidar por algún momento lo que en la oscuridad se llegaba a vislumbrar.

El olor del orín recriado que me perseguía. No imaginaba que era pasajero. Me miraba fijamente desde sus órbitas salidas de madre. Parecía clavar con su mirada el olor ácido de sus desvaríos. Creía que al salir de aquel vagón infausto acabaría mi miedo. Nunca había deseado tanto estar sólo. De hecho lo estaba, rodeado de más gente que aire quedaba en ese ataúd rodante de madera vieja. No me asustaban ni los gritos que no entendía, ni el chirriar de las ruedas en los raíles, ni la lluvia que demacraba toda esperanza para dejarla seca. Su mirada era la del asesino en capilla antes de ejecutar. Mi miedo iba a acabar. Se abrió la puerta corredera del vagón y se hizo la noche. Entró aire y se fue aquel miedo.

 

  Olía. Aquella chimenea exhalaba humo blanco. Por fin algo cándido. El humo blanco apacigua, se ve como asciende y uno piensa que así las cosas mejoran. Y la nieve, blanca compañera de mi nuevo destino me llevó a otra madera. La de un barracón con camastros impregnados con el olor del orín. Era de otro tipo, pero era el mismo. Miedo de nuevo a unos ojos inyectados de odio en otro ataúd estático de madera añeja. Eran otros ojos, de otro color y tamaño, pero transmitían el mismo horror que los anteriores. El miedo me acunó aquella noche. Mecido entre miradas mortales y orines eternos pensé que si me lavaba podría alejarme de la muerte.

 

  Olía. Ahora era yo quien desprendía aquel hedor. Así que cuando fuimos a la ducha, me relajé. Al quitarme la ropa y ver las duchas había vuelto a perder el miedo. Conforme fui deshaciéndome del olor a orín, llegó el horror de ver caer a los que me rodeaban. Orín. Olor. Miedo. Sí, también el gas. Olía.

 

piero © todos los derechos reservados

 

 

 

 

 

5 comentarios

Edu -

Nos has llevado lejos, muy lejos del cielo: allí donde la muerte es el alivio.

7 -

Estremece su miedo. Enhorbuena por conseguir transmitir mediante la palabra no sólo el sentimiento y la idea sino también los aromas... de la vida.

bo -

Tremendo. Me ha encantado lo de "entró aire y se fue aquel miedo".

MAPI -

Me gusta bastante no estoy acostumbrado leer escritos como este Un beso

mirada -

Sobrecoge, primero frente a la inquietud de saber a dónde nos llevarán cada una de las frases cortas, unidas con palabras y puntos seguidos. Segundo, porque las palabras utilizadas son transmisoras de una serie de sensaciones muy penosas. Bien hecho.
Besos.