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PIERO

MIÉRCOLES DE TRANSICIÓN

MIÉRCOLES DE TRANSICIÓN

Muelle de Poniente del puerto de Alicante. 1918, un año antes del primer partido oficial del Hércules.

 

 

 

ZARAGOZA, 0-HÉRCULES, 0

 

 

 

La Romareda, Zaragoza. 22.09.10

 

 

   Los niños ya van más de una hora a la guardería, incluso se quedan a comer. Los jóvenes ya se van a comer después de haberse celebrado las aperturas de curso en las universidades. ¿Y los futbolistas? Los futbolistas, a veces parecen seres que merecen ser tratados como adultos, aunque tengan físico de joven y ego de niños. Tras el inicio tan desasosegante que traía el Zaragoza, ninguno osó no poner empeño ante el Hércules. Con la colleja todavía reciente, los de Gay no se atrevieron a abandonarse en ningún momento del partido. Puede que parezca poco, pero para el resignado ya es algo.

 

  Algo imponía el Hércules, su machada en el último desplazamiento en el Camp Nou, le daba un margen de respeto amplio. No estuvo el paraguayo Valdez, pero el toque de los que fueran merengues, Tote y Drenthe, hicieron creer a más de uno que el otrora campeón del mundo, Trezeguet, rascaría algo. No le faltó mucho, lo que pasó es que enfrente estaba el que llevaba el cuello más enrojecido. Leo Franco, tras varias actuaciones desafortunadas, demostró grandes reflejos y pocas dudas. Puede que tenga que ver que no se viera exigido por el juego aéreo, pocos saques de esquina tuvo para dudar, pero algo de auto estima recuperó.

 

  Y así, tacita a tacita, el optimista pensó que habría goles, el pesimista creyó que no hay materia para salir a pasear por la Liga, y el gallego pensará que Alicante tiene mar pero no es tan bravo como el suyo. Porque el Hércules se acomodó a lo que marcaba el local, no hizo mención de luchar por la victoria y esperó a que el tiempo pasará y el pundonor zaragocista cediera.

 

  Y cedió, vaya si cedió, hasta su entrenador, que tardó un mundo en introducir los cambios. No se sabe si entraron nuevas ideas, pero con el cronómetro agotándose, el recién entrado Marco Pérez tuvo a sus pies la primera victoria de los blanquillos. Por dos veces pudo definir, por dos veces miró al cielo. La pena es que lo hizo después de haber fallado. Antes olvidó uno de esos preceptos no escritos, mirar antes de disparar. No lo hizo, y acabó el partido sin goles. Malo para el delantero, y eso que a Sinama Pongolle, el que le cedió la plaza en el césped, le faltó tiempo para consolarlo. Ni por esas el colombiano cambió, mientras el resto de sus compañeros saludaba a la grada, Marco Pérez ya enfilaba el pasillo de los vestuarios.

 

  Mucho por enmendar en el Zaragoza, tiempo tienen, voluntad, están en ello. La que le faltó al Hércules para sumar dos de dos en sus partidos fuera de casa. La que despidió a Labordeta en un miércoles sin sus cenizas, seguirá coreando sus palabras, la música todavía desafina. Los estudiantes en septiembre nunca entonan del todo.

 

2 comentarios

mapi -

no dan el maximo, pero ellos saben que es el maximo.Un beso

mirada -

Ahí, ahí, me gusta que les des "caña", jejeje..
Tu crítica es liviana, se posa suave, suave, y a la vez es punzante.
Me has sacado una sonrisa.
Un abrazo, buen día.