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PIERO

Italia

LAS CONFESIONES DE UN ITALIANO

LAS CONFESIONES DE UN ITALIANO

Cubierta de Las confesiones de un italiano. Ippolito Nievo. Ed. Acantilado

 

   Ippolito Nievo fue un escritor del diecinueve que describió la incipiente formación de Italia como país. Gracias al buen olfato de Jaume Vallcorba y su editorial Acantilado, el turolense José Ramón Monreal -traductor de otras obras capitales como Memorias de ultratumba de Chateaubriand o del Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki- vierte al español esta obra que prologa Claudio Magris. Ahora que se cumplen 150 años del nacimiento de Italia, se suceden los recuerdos y reflexiones sobre lo que en realidad es una nación joven. Paradojas de una península a la que también honra la Società Dante Alighieri y de la que Piero intenta no perder el paso. En el siguiente enlace, el caminar de Italia.

 

Società Dante Alighieri


 


 


LA PIEL DEL DESAMPARO

LA PIEL DEL DESAMPARO

 

 

 

 

    Hay pieles enmohecidas por el constante contacto con el agua. Hay pieles hidratadas por el mar, o por el río. Hay pieles secas por el viento, o la ventisca. Hay pieles ajadas por el sol abrasador. Pieles todas, de las que el paseante se forma una idea imborrable. Y si se diluye su recuerdo, las puede revisitar. Bueno, casi todas.

 

   Tras la pasada Semana Santa, hay alguna menos. Desde entonces hay una nueva piel reventada. Una dermis sin rastro de humedad, con todo el frío de los Apeninos a cuestas. Con todo el polvo que su epidermis ha levantado. Con toda la sequedad que el ladrillo roto genera. Cemento quebrado que se transforma en ceniza de cuerpos perdidos.

 

  Porque hay pieles que a veces no resisten. Se quiebran por capricho de sus entrañas. Entonces llegan las desapariciones, los heridos, los familiares destrozados, las casas rotas y las almas encogidas de los que sobreviven.

 

  Y en esas anda el hombre deshecho, cuando se le acerca ya formado y con disimulo. Como quien no quiere la cosa. Nadie lo escoge, ni nada ni nadie puede paliarlo. Y menos se puede combatir. Con él deberán convivir los que lo han sentido. Intimida como un rey soberano a cualquiera. Porque no se sabe cómo rige, ni qué piensa, ni qué hará. Y lo más temido, qué causará.

 

   Su majestad el desamparo reina ahora en los Abruzos. Al sobreviviente le quedan horas y horas de llanto. Horas y horas de grúas demoledoras. Horas y horas de cemento nuevo, tan plomizo como sus recuerdos. Sólo le queda la consolación de saber que Italia es una república.