Blogia
PIERO

Fútbol

VICTORIA Y VIDA

VICTORIA Y VIDA

Los tranvías de Barcelona a principios del XX.

 

 

 

ZARAGOZA, 1-ESPANYOL, 0

 

 

 

La Romareda, Zaragoza. Domingo 15 de mayo del 2011.

 

 

  Una semana después a la misma hora, el Zaragoza volvió a saltar a La Romareda con la misión de ganar o ganar. Repitió el lleno en el graderío, cambió un rival de rojo peligro que se jugaba la salvación por un equipo blanquiazul que por respeto llevó una camiseta a trozos gris, a trozos negra. No era una indirecta de pésame para los inocentes de blanco. Sí, una demostración de que cuando a uno no le importa demasiado el percal, se pone cualquier cosa.

 

  No lo era para los de Aguirre, que calcaron la primera parte siete días después, varias ocasiones perdidas, algún error defensivo, todo tamizado con el ponderado sentimiento de ansiedad manifiesta. Eso sí, sin lanzarse al precipicio desde el primer minuto. De esa manera, el descanso pareció un tiempo muerto, no había demasiado resuello en los locales al irse a la ducha, menos aún en el Espanyol, que se fue tan tranquilo al vestuario, que su entrenador Pochettino cogió por el hombro a Aguirre, y se metieron en el largo túnel de vestuarios para hacer el camino juntos. Dice el diccionario de la RAE dentro de la segunda acepción de la palabra tácito, así. Que no se entiende, percibe, oye o dice formalmente, sino que se supone e infiere.

 

  No se sabe si hablaron de dónde iban a pasar sus vacaciones de junio, de si aprobarían el curso, o de dónde estarían la próxima campaña. Lo que sí que cambió, fue la segunda parte. El Zaragoza siguió a la suya, buscando el tiro desde cualquier lugar, y a los diez minutos de la reanudación lo encontró. Le llegó a Ponzio un balón a quince metros del aréa, a otros tantos, los hombres de gris y negro; así que el blanquillo preparó el gatillo, concentró la mirada entre los tres palos y soltando la pierna embocó con comodidad el balón en la portería de Kameni. El alivio primero, el delirio luego para los locales, ni un mal gesto en los visitantes que en el banquillo oían por radio como se esfumaban sus últimas opciones de jugar el año próximo en Europa.

 

   Pero quedaba todavía media hora larga, media hora para que salieran los pipiolos Álvaro e Isaías, para que los dos visitantes se explayaran. Y casi lo consiguen gracias a su portero rival que ante un disparo sencillo, dobló las manos, dejó el esférico a los pies de Álvaro que hizo lo inverosímil para no embocar ni después su compañero, hasta que Leo Franco rectificó y evitó el infarto a medio graderío. Vio el ataúd el Zaragoza en esa jugada y se dejó de hacer experimentos que una semana antes le había llevado a conjugar el verbo no ganar.

 

  Consiguió esta vez quitarse el no, con la ayuda de los de gris y negro que dijeron no a poner al partido intensidad porque tenían prisa por cerrar su último desplazamiento hacia su ciudad en autobús, con el viento de cola, que el cierzo sopló de lo lindo. El Garbí igual sopla la próxima campaña, de momento acabó el partido sesteando, lo despertó el griterío de La Romareda al acabar el partido, que despidió a Ánder y este se fue al vestuario con el alivio de saber que dependen de ellos mismos para salvarse. La salvación pasa por el este, por dónde se fue el visitante tácitamente.

 

LA IMPACIENCIA DEL SUICIDIO

LA IMPACIENCIA DEL SUICIDIO

 Plaza de toros de Pamplona.

 

ZARAGOZA, 1-OSASUNA, 3

 

  

 

La Romareda, Zaragoza. Domingo, 8 de mayo del 2011.

 

  La silueta de Benedé, Poyet, Nieves, Nayim y Arrúa coronaba el Fondo Norte. A los pies de sus botas, un subtítulo: “Llegó vuestra hora”. Con este llamado a la puntualidad saltaron al campo los de Aguirre, ya de por sí mentalizados por el entrenador y los blanquillos presionaron hasta desgastar a la retaguardia osasunista. A base de percutir en el presunto baluarte navarro, al tercer desliz de su central Lolo, la pelota le cayó al entonado Lafita para definir a la izquierda de Ricardo y empezar a pensar que el Zaragoza seguiría derecho otra temporada más.

 

  Y lo pareció durante una hora, lo corroboraba el par de mano a manos que tuvo Uche, que dejó que parecieran paradas de Ricardo lo que no fueron más que remates de invidente. En la grada se empezó a recordar aquello de que nos acordaremos de lo que estamos perdonando. No le faltaba la razón a los que llenaron el graderío, pues a nadie se le podía discutir que el Zaragoza merecía ganar el partido. Pero si a Aguirre se le atribuyen grandes poderes de mentalización, no parece que rimen con el de cerrar los partidos. Sí, mereció ganar el Zaragoza el encuentro, pero resulta imposible que sea así, cuando lo perdió hasta tres veces.

 

  La primera con la falta de definición para ponerse con dos o tres a cero en la primera hora de juego. La segunda cuando adoptó a Osasuna y permitió jugadas a balón parado en las que en el segundo palo se deja al rival más alto, Sergio, cabecear al palo contrario mientras Jarosik todavía anda buscando su marca. Y la tercera, cuando se suicidó y a falta de un cuarto de hora, colocó de delantero centro al susodicho Jarosik como si estuvieran en los minutos de descuento y no quedaran tres partidos para decidirse la salvación. Así se las pusieron a los de Mendilíbar, que por medio del suave Camuñas puso la estocada al choque. Tres remates de Osasuna, tres goles, tres puntos, tres equipos más por detrás en la tabla.

 

  Como tres eran tres las veces que tiró el partido el Zaragoza; no definió, acomodó al rival, y se suicidó, todo la mar de eficientes, de libro, con claro efecto pedagógico ahora que llega la selectividad y vale más la claridad de conceptos que de dónde se viene. Hacía cinco años, como siluetas zaragocistas en lo alto del Fondo Norte al arrancar el encuentro,  que Osasuna no volteaba un marcador como foráneo; sí, fue también en la Romareda.

 

  Esa que por tres veces negó la salvación a su equipo; números, números y números, pero el Zaragoza sigue impuntual, otra vez no le llegó más que para una hora, su hora tendrá que esperar, por impaciente.

 

 


SI LAS REDES HABLASEN

SI LAS REDES HABLASEN

Ribera del Manzanares con el Palacio Real al fondo, Madrid.

 

 

ZARAGOZA, 0-ATLÉTICO DE MADRID, 1

 

La Romareda, Zaragoza. 19 de febrero del 2011.

 

 

 

  Cuando había más gente que al fútbol lo llamaba balompié, también la había que al voleibol le llamaba balón volea. No es baladí la precisión, porque si se supone que al balompié se juega con el pie, visto lo visto en La Romareda antes de que diera la medianoche, el balón volea se practica mucho.

 

  Porque el esférico pasó por encima del centro del campo, voló de lado a lado, sin orden ni concierto, ni aire, ni viento, con lo que las voleas salían como churros, y también con su forma. Y luego llega la ironía que dice que en balón volea, cada equipo ha de pasar el balón al otro lado de la red en un máximo de tres pases. Algún optimista pensará que hubo juego. Si por juego se entiende no dar tres pases seguidos, pues algo de eso hubo, pero si se comprueba que nadie en ningún equipo propuso combinar más allá del tente tieso, la noche acabó triste, fría y húmeda como decían las previsiones climatológicas y corroboraron las redes de las porterías.

 

  El Atlético pareció querer llevar el partido, el Zaragoza se adueñó del dejar hacer, y el buen oficio de Leo Franco le salvó de irse al descanso perdiendo con merecimiento. En el descanso se quedó en el césped calentando Bertolo, y nada más empezar la segunda parte, su entrada en el campo y la penetración por la banda izquierda dieron los diez minutos más entonados de un Zaragoza inapetente de casi todo. De casi todo, porque a última hora, y con la inclusión año y medio después del nigeriano Uche, llegaron dos balones al travesaño de De Gea, dos pepinos inesperados que sacudieron las redes sin llegar a hacer sangre.

 

   Y sin sangre, ni combinatoria, ni presión, alguno se preguntará qué quedo. En el Zaragoza un boquete en el eje del equipo, una anemia en la zona central que no aprovecharon los colchoneros por inapetencia en el juego colectivo. Cada uno prefirió hacer la suya y Forlán y el Kun pasar de largo hasta que vencida la hora de juego, una contra enchufó al uruguayo que recuperando el criterio hizo de exquisito colocador, ya saben, el jugador de balón volea que coloca la pelota para que remache otro compañero. Lo hizo Agüero, que recibiendo el esférico desde su izquierda, mandó la bola al palo cruzado, donde su compatriota pero hoy rival Leo Franco vio pasar al balón hacia su derecha hasta llegar a la red. Gol, Agüero dedicando el gol al segundo aniversario de su descendiente y más y más balones aéreos para él. El más bajito del campo, y desde la línea defensiva rojiblanca,  no cesaron de llegar balones de partido de voleibol. Ese deporte que jugado de noche, con frío y al aire libre tiene poco de deporte con cabeza firme y mucho de cabeza volada.

 

  Como los aires que respiran los dos banquillos, malos remedios pusieron tanto Aguirre como Flores, su atonía contagió a todos, tanto que el mejor del partido iba de amarillo, tenía que haber puesto paz, pero en ausencia de guerra, tuvo un arbitraje calmado y con poco trabajo, casi, casi, como uno de voleibol, que desde la red dirige sin sudar las mangas del partido. Manga ancha la que tienen las directivas del Zaragoza y el Atlético porque a los dos parecía que el empeño lo habían dejado a subasta y a cambio les habían dado un partido para el aire, mientras el público se fue sin saber que había visto. Descansen las redes en paz.

 

EMPANADA ROMBOIDAL

EMPANADA ROMBOIDAL

Dársena de A Coruña. Años 20 del siglo xx.

 

 

ZARAGOZA, 1-DEPORTIVO,0

 

La Romareda, Zaragoza. 23 de enero del 2011.

 

 

 

 

   Viraba la Liga a la segunda vuelta en La Romareda con dos equipos que ni siquiera tenían la sensación de haber dado una entera. El Deportivo, con una de las campañas más irregulares que se le recuerdan a los equipos de Lotina, ante un Zaragoza que en estado veleta se había acostumbrado a vivir en la zona de descenso. Con estos mimbres el cesto en pleno invierno no es que sea del agrado del aficionado, que a pesar de rondar los cero grados mantuvo la querencia de ir al campo otro domingo más a las cinco de la tarde.

 

   Y a las cinco de la tarde empezó el encuentro, al menos eso intentó el árbitro, que se encontró con un atasco monumental de jugadores en la media y un descampado en las zonas de ataque. Y así la tendencia fue clara, ni Adrián, ni Sinama ni Braulio tiraron a puerta, cartel de delanteros tenían, portadas de periódico de lunes, otra semana será.

 

  ¿Y que quedó? Pues como la empanada en el centro del campo daba para bastante, los dos equipos utilizaron la estructura de rombo, les podríamos aplicar la definición de la figura romboidal que señala que sus diagonales se cortan perpendicularmente. Como los pases en diagonal no se presentaron y los paralelismos entre locales y visitantes eran evidentes, el engrudo fue monumental. Y cuando todo anda espesito, a veces, aparecen jugadores inesperados, futbolistas que no están acostumbrados a la titularidad, pero que en la cuesta de enero tienen su oportunidad para destacar, rebajada. Y esa ocasión la aprovecho el centrocampista holandés de origen marroquí, Boutahar. El zaragocista se mostró a un nivel físico más elevado, a una intensidad superior y un apetito desmesurado respecto al resto de la empanada romboidal del centro del campo de La Romareda. Deshizo la madeja con una falta directa, ayudado eso sí, por un rechace deportivista que descolocó a Aranzubia, y al resto de los presentes. Treinta y ocho minutos después de que Fernández Borbalán les conminara a jugar llegaba el primer disparo entre los tres palos, gracias a dos jugadores, uno de cada equipo, pero el balón, llegar lo que se dice llegar, llegó una vez a la red… y se fue al descanso, como el resto.

 

   Tras el descanso merecido, para el balón, los cambios dieron más presencia a las bandas, desapareció Sinama del campo, no había aparecido en el juego, y el Zaragoza adoptó un esquema más simple, más confiado, que acabó dándole dos claras ocasiones de gol a la contra. El Deportivo poco enmendó, si acaso solo cabe el acierto de su portero, que en las dos contras resolvió con experiencia y frialdad, como siempre fue Aranzubia, como salvador de una derrota más abultada que ni siquiera hubiera sido merecida, porque cuando dos equipos juegan a no jugar, el desorden en las entregas exaspera a los que se desmarcan, duerme a los guardametas, Leo Franco ni siquiera recibió un disparo entre los tres palos, y acaban por pedir la hora porque ni siquiera sabían a la que habían empezado.

 

  El Deportivo se fue a casa sin probar a su rival, el Zaragoza ha contado en enero a los rivales en su casa por victorias, tres de tres, nueve puntos en un mes, casi la mitad del total que atesora, no es un potosí, pero ahora que ha girado la esquina hacia la segunda vuelta parece que la Segunda  División queda más lejos del recodo. Algo más que nada, aunque esté lejos de ningún todo.

 

 

VICTORIA SIN INCIENSO

VICTORIA SIN INCIENSO

 San Sebastián hace más de un siglo, regada por la desembocadura del Urumea.

 

ZARAGOZA, 2-REAL SOCIEDAD, 1.

 

La Romareda, Zaragoza. 3 de enero del 2011.

 

 

 

  Queridos Reyes Magos: Nos hemos portado bien. Por eso os pedimos: Que no bajemos a segunda. Que el escudo vuelva a ser el de antes. Un delantero que marque 18 goles, perdón, un millón de goles. Y carbón para los que mandan.

 

   Así apareció el Colectivo 1932 al saltar los jugadores al campo. Una enorme pancarta en forma de petición epistolar con los colores del Zaragoza. Algo que visto lo que sucedió, algo o alguien ha leído bien. Porque si para no bajar hace falta ganar, el Zaragoza cumplió con la épica. Y con la técnica. Hasta seis ocasiones tuvieron los locales en la primera parte. Lo nunca visto. Solo embocaron un buen control y disparo de Sinama ante el regalo de un par de metros de Mikel. Pero el resto de ocasiones llegaron de combinaciones en velocidad, de jugadores entendiéndose, ¡viva la navidad!, y con la sensación de que vuelve a haber algo de equipo, aunque como el escudo no sea el de antes.

 

  ¿Y la Real? Pues se la esperaba, pero no la encontró mas que el árbitro. Teixeira Vitienes,  con un pase involuntario -no tiene reconocida voluntad en muchas de sus apreciaciones- dejó el balón en bandeja para que Xabi Prieto cruzara con oficio al palo largo de Leo Franco con el esférico de la igualada.

 

   De nuevo más de uno empezó a pedir carbón a discreción, sobre todo cuando pasada la hora de juego la Real Sociedad, con la entrada de Tamudo, mostraba algo de su potencial. Y ahí, ni la mirra ni el incienso, nublaron a Aguirre para que no luchara por el oro donde no parecía que no lo había. Quitó a dos medios natos; entró Lafita, banda pura, y Marco Pérez en la punta. Perdió la media, perdió el control del balón y del partido, a cambio de jugar a la sinrazón del voleibol. Y cuando se apela a la suerte, a veces sale cara, o los de Oriente están generosos con el débil, o Aguirre echa más leña al Belén con la entrada de Braulio, y la providencia que dicte sentencia.

 

   Tres delanteros puros, los únicos tres que tiene, sin olfato definido, pero con el tiempo pisándoles los talones. Se encontró un balón limpio Marco Pérez, lo despejó Bravo, pero el rechace le cayó a Braulio, que en su primer balón en el área, la embocó en la red visitante con casi más incredulidad que alivio. Debió ser épico porque todos los jugadores blanquillos se fueron a la esquina a celebrarlo por los suelos, como la otra única victoria en casa, contra el Mallorca, también in extremis, también con la épica por bandera.

 

  Porque acabar con toda la pólvora hasta ayer mojada, en el campo, es cosa de bemoles. Como los tuvo al fin Sinama, en el gol inicial, y en la actitud durante todo el partido. Como los tuvo Marco Pérez en lo poco que pudo intervenir. Como los tuvo Braulio, que además debía saber que para llevarse el oro había que camelarse a esa suerte real pero mágica que es la fortuna. Los de Oriente cumplieron con los locales, aunque todavía no tienen a un delantero goleador, ya tienen a tres proyectos. Los de la Real Sociedad acusaron el frío climatológico hasta contagiarlo a su afición que viajó sin saber por dónde venían los reyes de Oriente.

 

 

 

UN SUBMARINO AMARILLO AL RALENTÍ

UN SUBMARINO AMARILLO AL RALENTÍ

 Plano de Villarreal en el siglo xvi.

 

ZARAGOZA, 0-VILLAREAL, 3

 

La Romareda, Zaragoza. 27 de noviembre de 2010.

 

 

 

 

  En la foto que antecede a este texto está el plano de Villarreal tal y como era en el siglo xvi. Un rectángulo de calles paralelas y perpendiculares tan sencillo como... su equipo al acabar la primera década del xxi. Se puede mirar a la historia para definir lo que ocurrió en La Romareda. Se puede mirar a la tabla clasificatoria y ver que si se enfrentan el primero —no miren a los dos grandes, son seres superiores para el orbe mediático— y el colista, es difícil perder apuestas. Se puede mirar el marcador al acabar el partido y pensar que el 0-3 es... clemente con el Zaragoza.

 

   Porque eso fue el Villarreal, un equipo al ralentí que con dos pinceladas dejó en setenta y dos minutos —todo un registro limpito—  de partido, lo que los amigos de los calificativos llaman de la basura. Y eso que el arranque del partido parecía otra cosa. Primer partido en casa del macho Aguirre en el banquillo, casi diez minutos de posesión y criterio de los blanquillos hasta que el sereno Marcos Senna lanzó un zapatazo con tanta intención que Del Bosque desde el palco presidencial debió recordar que para la selección nunca faltará fondo de armario.

 

  Porque a Senna le acompañó en el empeño el también internacional Santi Cazorla, que nueve minutos después con un centro chut sorprendió a Leo Franco, que una vez más hizo la estatua. Y a partir de entonces, todo siguió en esa línea, el Zaragoza estático y noqueado se encontró con un Villarreal a gusto, controlador del esférico, de la posición, del partido, del alma del teórico rival. Porque antes de acabar la primera parte Sinama Pongolle que no había participado casi en el juego se tuvo que ir por problemas musculares, cambió de hombres Aguirre con la inclusión de tres hombres con vistas al gol, pero no vieron nada ni Braulio, ni Marco Pérez, ni Ander llegando desde atrás. Para rematar la faena de desatinos de los locales, el manirroto Contini hizo otra de las suyas, dejó en inferioridad a sus compañeros y se fue al vestuario por doble amonestación del colegiado; por múltiple del resto, no es el primer desequilibrio del italiano en lo que va de temporada, que vio como Nilmar ponía la guinda con el tercer gol visitante.

 

   Tan fácil y tranquilo se cerraba el partido que solo hubo un minuto de descuento, a lo mejor por no añadir más minutos basura a la fétida situación de los blanquillos, que si tuvieron a un competente rival no significa que deban dejar de cumplir con lo que se les considera. Jugar en primera significa que te ven muchas cabezas, la de Del Bosque en La Romareda tardará en volverse a asomar.

 

 

Y EL CÁNTARO FUE A LA FUENTE

Y EL CÁNTARO FUE A LA FUENTE

El Arenal, Palma de Mallorca. 1960. 44 años después de la fundación del RCD Mallorca.

 

ZARAGOZA, 3 -MALLORCA,  2.

7 de noviembre de 2010. La Romareda, Zaragoza.

  

 

 

  Llegaba al encuentro el Zaragoza con asfixia crónica. Llegaba a la décima jornada y todavía no había cantado la novena de la victoria. Con la congoja entraban al campo los de Gay, que tenía por única cosa clara el esquema que le ha sacado del descontrol. Cinco hombres atrás, tres en la media, un media punta, Lafita encontró su sitio, y un punta, Braulio, al que a su esterilidad anotadora se le ha sumado su impotencia anímica. Con estos mimbres tan secos, poco podía acreditar el Zaragoza ante un Mallorca fresco como Laudrup.

 

  Números previos que hacían presagiar... cualquier cosa menos que en la primera parte una mano de Webó, invisible para el trío arbitral, tres eran tres los invidentes de la anochecida, daría el único gol en cuarenta y cinco minutos. Hasta entonces infinitas enredaderas de pases zaragocistas por no molestar a Aouate, y rápidos controles por parte de la zona atacante mallorquinista que se aferraba a la impotencia zaragocista para sacar provecho.

 

  

 Con esa presunción se fue el Mallorca al descanso, con esa suficiencia volvió en la segunda parte, suficiencia que pagó cara en la propina del partido. Porque si algo no falla en el Zaragoza es la capacidad de correr de algunos bajos de estatura pero de enorme capacidad pulmonar. Otra vez la omnipresencia de Gabi, que está donde tiene que estar, donde se le necesita y siempre en el radio de acción del balón. Por él pasa el brazalete, los pases decisivos, los disparos picantes y sobre todo el aplomo para dar lo ya inesperado, la primera victoria de la temporada, en el descuento, de penalti y todo como quien dispara en un partido benéfico.

 

  Lo pensó en buena parte del partido el Mallorca que había visto empatar al Zaragoza sin ponerse nervioso, porque cinco minutos después un sereno trallazo de Pereira le volvía a dar el cartel de caballo ganador. Sí, gracias al trotón del centrocampista francés, que en verano no tenía ni para pagar el alquiler, y que se erigía en el hombre con más talento pero sobre todo con más determinación del partido.

 

   Pero olvidó el Mallorca que la determinación cuando se va último mueve montañas y gracias al refresco de la entrada de Bertolo, con gol incluido, y la impenitente voluntad de tallos como Jarosik y el oficio de Gabi dieron la vuelta al marcador y regalaron a su afición la primera alegría de la campaña. Tres puntos de golpe, alivio para la grada y explosión de sentimientos en el césped. Tras la transformación del penalti por Gabi vino el pitido final del desentonado Paradas Romero y entonces cayó todo lo largo corto que es Ander Herrera en el césped para llorar lo que quiso y más, todo lo que necesitó, que el Zaragoza a las siete de la tarde del día siete de noviembre ya tenía siete puntos. Agonías de tener a la cabalística como mejor aliado.

 

 

CORRECALLES Y DESPROPÓSITOS S.A.

CORRECALLES Y DESPROPÓSITOS S.A.

Arenal de san Lorenzo, Gijón a principios del siglo xx.

 

 

 

ZARAGOZA, 2-SPORTING, 2

 

 

 

 

La Romareda, Zaragoza. 02.10.10

 

 

   Curiosa manera de abrir la jornada. Los dos equipos con agobios en la tabla a las primeras de cambio dieron un frenesí de síncopes a sus aficiones. El partido empezó con el empeño de los blanquillos por demostrar que saben jugar con criterio, la manosearon, la dejaron junto al área sportinguista y, bueno otra vez será, reculaban con el miedo en las cervicales. Ante la empanada mental que iban amasando los de Gay, el Sporting agradeció que Obradovic abriera el marcador en propia puerta. Golpe de suerte, que lo fue de efecto para enloquecer el encuentro.

 

  Porque a partir de entonces, con otro error infantil, el que costó la expulsión de Jarosik, puso el 0-2 inesperado a los de Preciado. Sin demasiado esfuerzo los asturianos creían tener resuelto tras el penalti transformado por Diego Castro. Pero he aquí que las locuras no atienden a lógicas, por ello por primera vez en mucho tiempo el Zaragoza movió banquillo temprano e incluyó a Braulio, otro delantero, para contrarrestar la falta de un central. Riesgo total, o por fin carácter, el caso es que el hasta entonces estéril Sinama Pongolle se redimió. Un zapatazo a la escuadra y una contra resuelta con lucidez y tranquilidad pusieron las tablas a media hora del final.

 

  Y ahí empezó el bacalao, el correcalles en el que Gabi se multiplicó, Ponzio acudió donde fuera y el recién entrado delantero sportinguista Bilic perdonó lo imperdonable, para bien de Doblas, resuello de los blanquillos y esperanza de que aún hay algo al margen de los despropósitos para ganar partidos.

 

  No estaba nadie fino para decantar la trama, pero como buenos actores buscaron su monólogo, rompieron el centro del campo y cada ataque era una posibilidad de remate. Poco falto para que acabaran así de locos los dos equipos, mientras Mate Bilic pensará durante el viaje de regreso a Gijón en que cajón dejó el olfato de gol.

 

  Al Zaragoza el abrir la jornada le dio responsabilidad para llevar el partido, mala suerte para regalar los dos goles, y un ataque de locura rápida para hacer pensar que un día ganará un partido. Será después del Pilar, a lo mejor habrán ido a ver a la Virgen, de momento siguen fiando todo a la locura. Para la cordura siempre hay tiempo, incluso hasta para hacer equipo, ese que ayer amagó el Sporting y evitó que se llevará la victoria de Zaragoza. De tan cuerdos que fueron parecieron los perfectos muermos.

 

 

MIÉRCOLES DE TRANSICIÓN

MIÉRCOLES DE TRANSICIÓN

Muelle de Poniente del puerto de Alicante. 1918, un año antes del primer partido oficial del Hércules.

 

 

 

ZARAGOZA, 0-HÉRCULES, 0

 

 

 

La Romareda, Zaragoza. 22.09.10

 

 

   Los niños ya van más de una hora a la guardería, incluso se quedan a comer. Los jóvenes ya se van a comer después de haberse celebrado las aperturas de curso en las universidades. ¿Y los futbolistas? Los futbolistas, a veces parecen seres que merecen ser tratados como adultos, aunque tengan físico de joven y ego de niños. Tras el inicio tan desasosegante que traía el Zaragoza, ninguno osó no poner empeño ante el Hércules. Con la colleja todavía reciente, los de Gay no se atrevieron a abandonarse en ningún momento del partido. Puede que parezca poco, pero para el resignado ya es algo.

 

  Algo imponía el Hércules, su machada en el último desplazamiento en el Camp Nou, le daba un margen de respeto amplio. No estuvo el paraguayo Valdez, pero el toque de los que fueran merengues, Tote y Drenthe, hicieron creer a más de uno que el otrora campeón del mundo, Trezeguet, rascaría algo. No le faltó mucho, lo que pasó es que enfrente estaba el que llevaba el cuello más enrojecido. Leo Franco, tras varias actuaciones desafortunadas, demostró grandes reflejos y pocas dudas. Puede que tenga que ver que no se viera exigido por el juego aéreo, pocos saques de esquina tuvo para dudar, pero algo de auto estima recuperó.

 

  Y así, tacita a tacita, el optimista pensó que habría goles, el pesimista creyó que no hay materia para salir a pasear por la Liga, y el gallego pensará que Alicante tiene mar pero no es tan bravo como el suyo. Porque el Hércules se acomodó a lo que marcaba el local, no hizo mención de luchar por la victoria y esperó a que el tiempo pasará y el pundonor zaragocista cediera.

 

  Y cedió, vaya si cedió, hasta su entrenador, que tardó un mundo en introducir los cambios. No se sabe si entraron nuevas ideas, pero con el cronómetro agotándose, el recién entrado Marco Pérez tuvo a sus pies la primera victoria de los blanquillos. Por dos veces pudo definir, por dos veces miró al cielo. La pena es que lo hizo después de haber fallado. Antes olvidó uno de esos preceptos no escritos, mirar antes de disparar. No lo hizo, y acabó el partido sin goles. Malo para el delantero, y eso que a Sinama Pongolle, el que le cedió la plaza en el césped, le faltó tiempo para consolarlo. Ni por esas el colombiano cambió, mientras el resto de sus compañeros saludaba a la grada, Marco Pérez ya enfilaba el pasillo de los vestuarios.

 

  Mucho por enmendar en el Zaragoza, tiempo tienen, voluntad, están en ello. La que le faltó al Hércules para sumar dos de dos en sus partidos fuera de casa. La que despidió a Labordeta en un miércoles sin sus cenizas, seguirá coreando sus palabras, la música todavía desafina. Los estudiantes en septiembre nunca entonan del todo.

 

JUEGO DE NIÑOS

JUEGO DE NIÑOS

Málaga. Construcción del estadio de La Rosaleda.

 

ZARAGOZA, 3-MÁLAGA, 5

 

 

La Romareda, Zaragoza. 12.09.2010

 

 

  A los niños pequeños el primer día de guardería los dejan poco más de una hora en clase y los mandan a casa. Al Zaragoza le metieron uno nada más pasar el minuto uno, cinco en media hora y sin salir de casa. Como la tarde iba de récords, a ello se apuntó un menor de edad. Juan Miguel Jiménez López, Juanmi para su camiseta, que a sus diecisiete veranos se ha convertido en el bigoleador más joven de la historia de la Liga.

 

  ¿Y el resto? Pues según como se mire. Los que quieran ser optimistas pueden pensar que si en el primer partido ven ocho goles y más de treinta disparos a puerta, lo de este año también irá de récord. Los que no puedan serlo, que su pesimismo olvide la veintena de veces que el Zaragoza enfiló la portería de Galatto. Y si uno no es ni optimista, ni pesimista, ni siquiera gallego, piense que el árbitro disfrutó, y los malacitanos se fueron con una cara tan feliz como sorprendida. Porque lo que tuvieron en la primera parte los de Ferreira fue un inmenso y plácido césped para campar por sus anchas. Uno de esos verdes bien cortados, con sol, con camisetas blancas estáticas como palos de slalom de esquí alpino, coronados por un tipo de más de metro noventa de naranja chillón que rotulaba su meta.

 

 

   Con ese batiburrillo el respetable tiró de fondo de armario de griterío previsible. Los que llevan mucho tiempo con botas de tacos en los pies entendieron lo anómalo de la tarde y se dedicaron a ir echando paladas de pases para ocultar las cifras del marcador. Los de Gay no cejaron en el empeño, y por medio de un Gabi sin fin lograron que al final, el partido no fuera al podio de las hemerotecas. Una goleada así en el inicio de curso, extraña, alerta, pero degollar tan joven sería acercarse demasiado a Herodes.

 

  No en vano, lo del patrocino del Zaragoza este año, tiene guasa. Una de las empresas más veteranas y grandes, Telefónica, se anuncia con algo tan cándido como la fundación Proniño. Todos los de blanco la llevaban en el pecho. Bueno, todos, todos, no. El portero Leo Franco fue más inocente, y ni siquiera la llevaba impresa. Quizá porque su camiseta era naranja, quizá porque no imaginaba que los niños nunca son estáticos. Por algo Juanmi le marcó dos, por algo su edad es la de Juanmi multiplicada por dos, por algo no habrá dos partidos así. Los niños siempre tienen salidas inesperadas.

 

 

SIN RASMIA NI PLATA

SIN RASMIA NI PLATA

Coruña. Dársena del Parrote. Principios del siglo xx.

 

   

DEPORTIVO, O –ZARAGOZA, 0

 

 

 

 

 

Riazor, A Coruña. 29.08.10

 

 

 

    En el siglo xxi el llegar a los cien años de vida no es algo tan descabellado. Por eso cuando uno ve los cincuenta cerca puede creer que llega a la mitad de su camino. Con ese optimismo piensa que 49 años no son tantos para él, en cambio para el fútbol español, 49 pueden ser muchos y si en vez de años son días, demasiados.

 

   Arrancó la Liga española por primera vez con la vitola de tener más campeones del mundo que nadie. Pero 49 días después de llevarse el Mundial, a orillas del Atlántico poco de eso había. Bien es cierto que los días de arranque son más de quitarse el óxido, evitar ampollas y empezar a maldecir lo largos que se hacen noventa minutos seguidos de juego. También para el espectador, que ve como los desbordes son de pleno sufrimiento para los laterales, los balones desde el costado un filón para el portero calmado y los balones aéreos la tónica en el medio campo.

 

  Con estas premisas, Deportivo y Zaragoza plantearon un partido con esquemas clavados, con ambiciones similares —no perder en agosto es ahorrar— y con la esperanza de que las pájaras de principio de curso en la defensa rival les entreguen en bandeja los tres primeros puntos. Pero con el calor, no hay camareros eficientes ni fútbol rápido. Ni siquiera el descanso supuso un reciclaje amplio de ideas, bastó para ahondar un poco más en aquello de que ya que nos acercamos al área no estaría de más mirar dónde está el portero. Pero si Gabi y Ponzio tuvieron una tarde tranquila como medios tapón, Antonio Tomás y Juan Rodríguez no les fueron a la zaga.

 

   ¿Qué quiénes les llevaron la contraria? Alguien hubo, sí. Los que no sabían del todo de que iba esto, los novatos. Urreta en los deportivistas y Bertolo en los blanquillos. El uruguayo en la posición de volante diestro puso velocidad y criterio en los centros. Y eso que su zona la tuvo que compartir con el argentino Bertolo. El medio izquierdo zaragocista entendió que llegaba para trabajar y proponer. Por algo lo más intenso del encuentro fue entre el uruguayo y el argentino. Sin río de La Plata por en medio, con la playa de Riazor detrás de la portería, firmaron las tablas ante la parsimonia del resto.

 

   Esos que saben seguro que llegarán a los 49 agostos sin acabar de desfondarse, a lo mejor porque creen que eso de campeones del mundo se pega por proximidad. Caras sin rasmia en tarde de siesta, ni un río de plata los despierta en verano.

 

 

 

EL MADRID GANA A PARES

EL MADRID GANA A PARES

Plano del pueblo de Chamartín de la Rosa, al norte de la Villa de Madrid, 1885. Diecisiete años antes de la fundación del Real Madrid.

ZARAGOZA, 1-REAL MADRID, 2

 

 

La Romareda, Zaragoza

 

 

    Son dos nombres conocidos en toda la tierra futbolística, dos renombres que fueron duda hasta el final para viajar a Zaragoza, dos jugadores que no estaban siendo titulares, dos goleadores que saliendo desde el banquillo dieron el triunfo al Real Madrid en la lucha entre dos más cerrada en muchas Ligas. Raúl y Kaká, dos sílabas por barba, dos tildes que demostraron que el fondo de armario de un equipo grande no se puede apolillar.

 

  Sin embargo los de Pellegrini, así comenzaron el partido, mejor dicho toda la primera mitad. Sin prisa, pero sin grandes dosis de combinatoria, eran los balones al hueco o los verticales los que daban algo de vida al encuentro. Mientras, el Zaragoza iba tensando su estructura, se llegó al descanso sin haber exprimido casi nada. Bueno, sí, exprimido sí, el que iba de naranja, la muralla contra la que chocó más de una decena de veces el equipo madridista. El madrileño Roberto respondió a todas las exigencias con soltura, determinación. No para de crecer el colchonero en su cesión en La Romareda. Buena prueba de ello es que para romper su candado tuvo que disparar Higuaín primero, Ronaldo después y a la tercera, esta sí, Raúl de todos los blancos batió al portero blanquillo. Casi de chiripa, pues ya había solicitado el cambio por problemas musculares, fue Higuaín el que en vez de parar la jugada para realizar el sustitución la continuó, así Raúl sigue su idilio con el estadio que lo vio debutar, el que al ser sustituido le ovacionó. 

 

  Y es que el partido fue la segunda parte, tras el gol madridista, la expulsión por codazo de Contini, dejó al Zaragoza atrás en el marcador e inferioridad numérica. Pero apareció la bala Colunga, una flecha en ataque, un resoplido constante en defensa, se encontró con un magnífico pase de Abel Aguilar a las espaldas de Garay, metió la sexta, dribló con frialdad a Casillas y niveló lo infranqueable. Aturdido por el golpe, el Madrid no imaginaba que aún tendría que arrimar el hombro. Pero lo hizo. Con Guti, Ronaldo, Higuaín, Benzema y Kaká, las posibilidades de resolución del quinteto atacante se acentuaron. Allí apareció Ronaldo para brindar la bola a Kaká que casi dos meses después volvía a jugar y a marcar.

 

   Al Zaragoza se le acabaron las esperanzas que las contras de Uche y Colunga estaban inspirando, mucho esfuerzo para tan poco botín. Mientras el Madrid no está para tirar cohetes, pero continua siseando. Abonado al suma y sigue, espera el tropezón culé antes de que los de Guardiola se sienten en la final de la Champions en el Bernabéu. Con un par resolvió el Madrid, a un par de desplazamientos de acabar la liga, parece que todo se resolverá por fuerza, la emocional todavía no está cerrada, hagan juego, que alguien apueste al dos.

 

 

AL FILO DEL PRECIPICIO

AL FILO DEL PRECIPICIO

Y al fondo la catedral de Málaga. Finales del XIX. Algo antes de la fundación del Málaga, en 1948.

ZARAGOZA, 2-MÁLAGA, O

 

La Romareda, Zaragoza.

 

 

  Dicen las leyendas del fútbol, que cuando un equipo se encuentra en la zona de la nada de la tabla, pero ve la zona de descenso cerca, le viene la tendencia a acercarse al fuego, como si tuviera una orientación a la hemorroide escondida. Y cuando en un partido los dos conjuntos presentan la misma sintomatología, entonces se multiplica.

 

  Leyendas verdaderas o no, el ver a dos equipos cercanos al encefalograma liso, liso hace que la siesta de las seis de la tarde se agradezca. Y eso que era el partido que abría la jornada. Vino a ponerle fin el zapatazo con el que Ponzio descorchó el marcador al filo del descanso . Se abrió el partido tras la pausa-fin de siesta, y de que manera. Entonces apareció el juego por las bandas zaragocistas, los balones colgados al segundo palo, las jugadas sin control, en eso hay jugadores que se encuentran en su salsa.

 

Una Pda es un artilugio que acumula datos a voluntad, y eso fue lo que dieron Ponzio, Diogo y Arizmendi, voluntad infinita de tirar adelante, a veces con derroche físico inhumano, a veces con tino en las entregas, y a veces pasados de vueltas, parecía que el partido podía acabar en cualquier circuito de neumáticos recauchutados. Así parecieron los malacitanos, que con un Apoño muy justo físicamente, un Duda que hizo honor al nombre y un Baha más perdido que un colibrí en medio de una procesión de Semana Santa formaron un acrónimo algo triste. Adb, podría interpretarse como una asociación de buscadores, el problema es que en tardes como la de La Romareda, lo único que parecían buscar era el precipicio del descenso. Ni los cambios entonaron a los de Muñiz, que se encontraron a falta de un cuarto de hora del  final con la sentencia. Y las sentencias en Pascua a veces parecen milagros.

Lo fue para el chileno Suazo que después de un trimestre marcó en su casa, se quitó un complejo y dio al Zaragoza el salto hacia la tranquilidad. Esa, que ahora en otro desliz al que ya se ha habituado, el Málaga ha perdido. Puede que los dos al final de la temporada hayan aliviado su hemorroide, pero de momento todavía son tiempos de pomada. En un mes largo veremos su efecto.

UN ATRACÓN INESPERADO

UN ATRACÓN INESPERADO

Calle Sagunto en el día de San Antonio Abad. Llegada de los labradores desde la huerta norte para la bendición de animales.Valencia. Casi cuarenta años después de la fundación, en el bar Torino, del Valencia CF en 1919.

ZARAGOZA, 3-VALENCIA, 0

La Romareda, Zaragoza.

 

 

A veces uno queda a cenar más bien tarde. Es sábado y no hay demasiada prisa. Eso les pareció a los dos equipos, que no había prisa por empezar a carburar. Se tantearon, intercambiaron entremeses en espera del plato principal. Se hizo esperar media hora larga, la que le duró el letargo también al árbitro. Natural de Antequera, puede que como el fácil chiste, antes fuera un buen colegiado, pero el despropósito y los innumerables fallos en cualquier decisión, desquiciaron al público, entra dentro de la lógica; a los blanquillos, se vieron desfavorecidos; y a los valencianistas que con la auto expulsión de Zigic parecieron tener poco que ver con el partido.

 

    Y es que la doble amarilla para la torre croata Zigic antes del descanso, dejó a los de Emery con un gol en contra y un jugador menos, grogui sin haber entrado en harina. El Zaragoza hasta entonces tenía bastante con no perder el pulso. Se lo mantenía su atinado portero, Roberto, que en una nueva demostración de reflejos y colocación, anuló las embestidas del desproporcionado Zigic hasta que el delantero decidió irse por peteneras al vestuario.

 

   En la segunda parte casi nada cambió, se retrasaron los cambios y fue en beneficio del Zaragoza, que llevando el viento a favor no tardó en sentenciar el partido. Arizmendi tras regate individual, rara avis, puso el segundo y tras un córner botado por Gabi, el gigantón Jarosik remató con el pie la faena. Tres goles que asemejan a goleada, tres goles que asemejan a atracón inesperado. No se lo creían los locales, no se levantaba de la lona el Valencia. Hasta la penosa actuación del árbitro se diluyó como un azucarillo.

 

 

  Y es que no podía imaginar el entrenador zaragocista un desenlace tan favorable ante el tercero de la tabla. En la previa había señalado que el partido contra el Valencia había que tomárselo como si fuera una final de la Champions. Ninguno de sus jugadores ha disputado una, pero acabar el partido 3-0 a los valencianistas puede que les traiga el recuerdo de aquella noche en París que partiendo como favoritos cayeron ante el Real Madrid por el mismo resultado.

 

Parecida imagen dejaron, sin Villa por el golpe recibido ante el Málaga.  La de alguien que se dejó los guantes de boxeo en casa, así que no había manera de golpear. Al menos como no llevaban guantes habrán puesto con facilidad sus jugadores el reloj en hora, la hora de pensar que para ser terceros, no se puede tirar ni la noche de sábado más corta.

DEL FLEMÓN AL BALÓN DE MESSI

DEL FLEMÓN AL BALÓN DE MESSI

Trapecistas en el Raval de Barcelona. Algún año antes de que se fundara el FC Barcelona, en 1899.

 

ZARAGOZA, 2-BARCELONA, 4

La Romareda, Zaragoza.

 

 

Dicen que un flemón molesta mucho. El de Messi por mucho tiempo a Roberto. El portero del Zaragoza poco pudo hacer ante el vendaval del argentino. La noche en que la infección bucal remitía en el delantero culé, volvió a realizar otra de sus exhibiciones. Y es que lo de Messi es poner otra y otra y otra miguita en la búsqueda inconsciente por ser uno de los grandes de la historia. Juega cuando quiere, anima siempre al compañero errático, Ibrahimovic le debe un gol y demasiado cariño, marca con la cabeza, con el pié, destroza cinturas italianas como la de Contini, y cuando el rival se acerca a la desesperada en el marcador, gracias a la velocidad de Colunga,  vuelve a brillar para destrozar el ánimo a cualquiera.

 

Y aparte de su vendaval, ¿qué? Para el recuerdo poco más quedará. El Barcelona agradeció el despiste de Diogo en el inicio del partido, y sesteó una hora. En esa hora hubo de casi nada. Control paciente del Barcelona, empeño estéril del Zaragoza y el reloj que pasaba liviano. ¿Hasta cuándo? Hasta que de nuevo el de Rosario se despertó, dribló a quién se le acercaba y desencadenó otro partido.

 

En veinticinco minutos, cinco goles. Del 0-1 comedido, al 2-4 excesivo. Excesivo por el juego, por el ritmo, por los méritos, por el esfuerzo, por el acierto, por... salvo por él, sí, por Lionel Andrés Messi. Con todos los títulos que un equipo pueda conseguir en una temporada en su palmarés, con todos los trofeos que un jugador puede guardar en su casa, sus 25 goles en Liga le destacan en el Pichichi, 9 goles seguidos del Barcelona han llevado su firma. Si alguien sabe dónde está su límite, que se dedique a vidente.

 

Es lo que no pudo hacer el equipo de Gay, trató de controlar la media, pero la presencia física de Touré y Keita, hizo olvidar el juego de toque de los ausentes de inicio Xavi e Iniesta. Con Milito y Piqué de nuevo como pareja de centrales en La Romareda pero con la camiseta azulgrana en vez de la blanquilla, el Barça se encontró en casa del principio al final. Sin forzar, sin arriesgar, sin manchar, como lo hacen los equipos que saben dónde están y a que juegan, con el abanico de jugadas posibles extendido. Jugando de memoria y con los desplazamientos de balón y jugador precisos. Una máquina para disfrutar. Como la del Ave que les llevó a Zaragoza para jugar uno de los encuentros más livianos que podían imaginar.

 

  También para el indiscutible Messi. Como los niños en día de fiesta. Llegó en tren a Zaragoza con un flemón y diez horas después se volvió en otro con un balón. El de su hat trick. Ventajas de viajar en tren para los que no necesitan llegar al 1,70 para disfrutar como un niño, ilusionando con su juego a cualquier niño de cualquier edad.

 

 

 

EMPATE A CABEZAZOS

EMPATE A CABEZAZOS

En la foto el rey Alfonso XIII firma el acta de inauguración de las obras. La Gran Vía de Madrid se empezó a construir un cuatro de abril de hace ahora cien años. Siete años después del nacimiento del Atlético.

 

ZARAGOZA, 1-ATLÉTICO, 1

La Romareda, Zaragoza

 

 

Los domingos por la noche en Italia se juega el partido escoba. En Francia el encuentro de más caché. En cambio, en Inglaterra y Alemania, todos se han ido a casa, que el lunes es día de labor, puede que la culpa la tenga que son de cultura sajona. ¿Y en España? Pues a veces se dan partidos para no olvidar, por eso llevan más de cuarenta años dándolos por la televisión. Y a veces salen partidos incomprensibles, irreales, deslabazados que más que cerrar una semana bajan el ánimo sobre lo que es eso que llaman Liga. Porque lo que se dice combinar, poco hubo en La Romareda.

 

  Salieron los zaragocistas con el turbo puesto, con una presión descomunal al colchonero que llevara el balón y así se zampó su portero De Gea, en un córner, el testarazo de Jarosik. El Atlético no había entrado en el partido y ya tenía el roto en el marcador. No reaccionaron los de Flores y el Zaragoza siguió robando balones gracias a un persistente Gabi, al pillo de Eliseu, y a Ander Herrera que cada vez convierte mejor la teoría del fútbol que tiene en práctica. Por detrás de Chupete Suazo, acunó a los colchoneros dejándoles con una empanada mental de las de órdago. Sesteando pasó el Atlético la primera parte. Y cuando les tocó la ducha del descanso y vieron que solo perdían de uno, alguna sonrisa agradecida entró en el vestuario.

 

   Se suponía que saldrían con espita los rojiblancos tras el descanso, pero fue más de lo mismo, ni siquiera ante el mismo discurso, el Zaragoza apretó la tuerca. Se dejó llevar por el marcador y renunció a machacar a los colchoneros. No hacía falta, ya se hizo el harakiri Reyes. Caso curioso el de sevillano. De largo el que mejor estado de forma mostró en el campo, se hartó de driblar, de desbordar, y lo mataron a patadas todos los blanquillos que pastaban por el césped. Mucha hierba comió el extremo, hasta que colmó su paciencia la quincuagésima falta zaragocista y se deshizo de Eliseu con un manotazo insolente. Se fue a la caseta con la cara de inocentón, y dejó a su equipo perdiendo y en inferioridad.

 

   Para entonces ya habían saltado al campo, Salvio y Jurado, los dos que más tino tuvieron, rehicieron lo poco de lo que quedaba y cuando entró al campo Ibrahima para la desesperada, llegó la tranquilidad. Un centro desde la izquierda de Jurado lo pilló al vuelo Ibra ante el único despiste de Contini. Con el descuento bien entrado el Atlético empataba un partido en el que nunca mereció puntuar. Dos cabezazos en la misma portería, uno en cada tiempo, un punto para cada uno.

 

   El Zaragoza recogió la cara de tonto que se le había quedado a Reyes y se fue del campo sin saber porque los domingos por la noche al hacer balance de la semana no se imparte justicia. A lo mejor se olvidó de que enfrente tenían a Jurado.

TRILOGÍA DEL DESPROPÓSITO

TRILOGÍA DEL DESPROPÓSITO

El Muro de Gijón. En la época de la fundación del Real Sporting. Verano de 1905.

ZARAGOZA,  1-SPORTING, 3

 

 

La Romareda, Zaragoza.

 

  Dice el diccionario de la RAE que carrizo, en su primera acepción, es una planta gramínea, indígena de España. Sus tallos servían para construir cielos rasos, y sus panojas, para hacer escobas. El portero del Zaragoza, Carrizo, no es indígena de España, por lo que su condición de argentino podría eximirle de construir cielos seguros y rasos para su portal, pero que un portero no resulte una escoba eficaz, es un handicap mayor. Y el problema de la estadística lo resolvió mal el primer domingo de cuaresma. Tres tiros entre los tres palos realizó el Sporting, tres goles como soles de invierno. Como anticipo de la Semana Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo, trilogía sagrada la que firmaron los asturianos. Casi un milagro, que los dos mil aficionados que cruzaron España para apoyarles certificaron al acabar el partido con un feliz Asturias patria querida, tras aplaudir a una famélica afición zaragocista.

                       

  Y es que el partido tuvo mucho de extraño y menos de real. Se gustaba el Zaragoza tras los tres, sí, otra vez, tres últimos partidos, y se las prometía felices. Pero los de Preciado son un equipo curioso, con seis rayas rojas en la camiseta, o sea, dos veces tres, artistas en tejer una telaraña que asfixió cualquier intento creativo blanquillo. A ello ayudó un Edmilson fuera de forma, de criterio, de temporada y casi retirado. Su escasa aportación se confirmaba cada vez que la pelota entraba en su radio de acción, la inhibición absoluta, el antónimo del desmarque. Así que en esa tesitura, al Sporting poco le hizo falta para adelantarse en el marcador por medio de un Bilic tan simple como oportuno e irse al descanso más frescos que una rosa.

 

   La entrada de Jorge López en la segunda mitad pareció despertar al Zaragoza, pero tras el arreón inicial, Preciado comprendió que le tocaba compensar moviendo ficha. Entró Luis Morán y su banda diestra fue el estilete con el que hacer saltar la banca. En media hora, como los buenos ladrones, rompió la escasa sisa que le quedaba al traje blanquillo y se llevó un triunfo histórico para los asturianos. El Zaragoza metió a Pennant yArizmendi en el campo en espera de que una batalla alocada diera el triunfo al menos cuerdo, pero la cuerda la seguía tensando Morán desde su posición de interior derecho, como un buen títere la movió en el momento preciso, tras el gol esperanzador de Arizmendi, para servir a Barral el cierre de la trilogía de la efectividad. Tres disparos, tres ocasiones, tres goles. Al Zaragoza no es que solo le duela la derrota, es que como la salsa picante Tabasco, escuece, que también por ironías de la vida, con su vinagre, chile rojo y sal, va por ahí presumiendo de que solo lleva ingredientes naturales, solo tres. Cosas de la salsa roja, cosas de la marea roja sportinguista que acompañó a su equipo, cosas de Mareo a orillas del desierto que fue el Zaragoza al empezar la cuaresma. Ni la raspa de la sardina le quedó.

HA VUELTO LA PRIMERA

HA VUELTO LA PRIMERA

Sevilla, algo antes de 1905.  Año de fundación del Sevilla CF.

ZARAGOZA, 2 -SEVILLA, 1

 

 

 

La Romareda, Zaragoza.

 

 

  

   Hay domingos de carnaval en que suceden las cosas más inesperadas. Tardes en que alguien se podría llevar el manso apostando a caballo perdedor. Tardes en que La Romareda vuelve a ser un estadio de Primera. Empezaba el Zaragoza el segundo cuatrimestre en casa de manera rocambolesca. Con despidos abundantes y exprés; y seis incorporaciones, seis,  como en una corrida de toros. El  Zaragoza anunciaba en cartel  una  nueva escuadra.

 

 Así se lo debió parecer al Sevilla, que entró en el partido contemporizando y se fue con dos menos sin saber porque les habían expulsado también del partido. Los de Aurelio Gay salieron con la fe de David ante Goliat, y la combinatoria y rapidez en el pase despertaron los primeros aplausos felices, pasada media campaña. Los culpables del jolgorio son los refuerzos. El Zaragoza tiene a dos delanteros y dos centrales, en román paladino, una nueva columna donde apoyar su juego. Y así lo hizo, con el radio de acción elevado de Suazo y la rapidez y finta de Colunga los blanquillos mostraron que ya tienen espada y estilete para golpear a sagrados porteros como Palop. Porque esa es otra, a las santidades no se les bate con acciones rutinarias de delanteros en posición. El Zaragoza encontró el milagro en sus dos nuevos defensas. Dos nuevos centrales. Dos nuevos zurdos. Dos nuevos goleadores. Dos victorias consecutivas. Un triunfo en Primera. Jarosik y Contini han apuntalado la retaguardia de un variopinto Carrizo. Y con qué fe, no había más que ver como celebró el italiano Contini el gol que abría el marcador. Cien por cien transalpino, cien por cien de intensa rabia.

 

  La que le había faltado hasta ahora al Zaragoza la fue a encontrar en uno de sus partidos que se presumían imposibles. Pero el que de verdad lo estuvo fue el Sevilla,  nunca encontró su sitio. Un errático Estankevicius en defensa, un centro de campo escuálido en decisiones y una dupla atacante de verdadero descanso dominical, dieron la tarde plana a su entrenador. Y de postre, Manolo Jiménez, tuvo que aguantar frente a sus narices en la banda el trabajo de Ponzio. El argentino volvió a demostrar el significado de la palabra profesional. Empezó en la media, pero la lesión muscular de Paredes le llevó al lateral izquierdo en el minuto diez. Hasta tres lo intentaron en los ochenta minutos restantes. Pero parecían la trilogía del despropósito. Ni José Carlos primero, ni los internacionales Capel y Jesús Navas después pusieron en aprieto a Ponzio. Curioso lo de Leo. Se fue del Zaragoza cuando estaba en Primera, volvió en Segunda para subirlo y ahora que asomaba el morro de nuevo de la Segunda, bordó la tarde de lo que es un futbolista de Primera. Como su equipo, al que el carnaval no le ha hecho intolerante al fútbol. Quizá segundos cuatrimestres si que sean buenos.

 

 

 

 

EMPATE A NULIDAD

EMPATE A NULIDAD

Jerez de la Frontera. La Feria a inicios del siglo XX.

ZARAGOZA,  0-XEREZ, 0

 

 

 

La Romareda, Zaragoza.

 

 

 

   Cuando se dan dos ceros seguidos, hay gente vidente que dice que son como unas gafas. No irían mal a ninguno de los dos equipos. Porque si algo se vio claro en el estadio es que ninguno está en lo que está. Fuera de campo, de visión y lo que es peor de ánimo y ahínco.

 

   Se las podía prometer felices el Zaragoza. Tres nuevos refuerzos, partido en casa ante el colista. Ni con los tópicos sabe lidiar el equipo de Gay. Empezó empanado y acabó con la moral cinco metros por debajo de calderas. Ni un gramo de calor quedo en las gradas, que comprobaron que hay días de enero en que es mejor pensar que ni han empezado.

 

  Los dos equipos están en la rampa de descenso, y en plena cuesta de enero, parecieron tener por único empeño el llevarse la pendiente a Segunda. El Xerez estrenó entrenador, pero ni por esas lanzó una entre los tres palos, rutinas imposibles de lavar ni fuera de casa. Se quedó con uno menos cuarenta minutos, y ni siquiera lo que parecía un infierno fue suplicio para los jerezanos.

 

  Enfrente, un inoperante Zaragoza, hizo una completa demostración de lo que no es un equipo. Sin dirección, ni enfoque, ni combinatoria, ni empeño, ni... Bueno, algo tuvo, sí, ansiedad; como la que llevó a lanzar por encima del larguero a Jorge López un balón que en el epílogo del partido podía redimir al conjunto. Fue triste ver con calambres a Diogo  a la hora de partido, a Ander asfixiado y con el cerebro de descanso dominical. Y patético ver como el nuevo techo zaragocista (1,94m), el defensa checo Jarosik, se llevaba la mayor ovación de la tarde por un disparo lejano que ni vio puerta ni motivo.

 

  El que sí que tienen los dos equipos para entonar el mea culpa. Alguno del Zaragoza puede que duerma hoy caliente, ya ha pasado el frío fuerte, pero no le cabe duda a nadie que las debilidades a estas alturas no se deben sólo a la cuesta  de enero. Un compendio de ilógicas acciones sólo puede llevar a un callejón del que su rival, el Xerez, sabe mucho. Porque en domingo de doble cero, todos parecían borrachos. De esos que esperan el balón al pié porque no se sabe si lo están. De esos que beben de todo menos Jerez, porque saben que el Jerez sube mucho. Como lo que ven cada vez más lejos los dos equipos, su empinada rampa ya no tiene freno. Ni un atisbo de fe quedó el domingo en La Romareda. Alguien les susurró que los milagros no atienden a fechas, ojalá atiendan a sus velas, porque el entierro parece que lo tengan ensayado.

UN EMPATE AGUADO

UN EMPATE AGUADO

 Riazor. Grada de General. 15.02.1970. Deportivo-Athletic. 64 años después de la fundación del Depor.

 

 

ZARAGOZA, 0-DEPORTIVO, 0

 

 

La Romareda, Zaragoza.

 

 

   Llovía. Era orballo para un gallego. Para un deportivista, terreno rápido, jugamos como en casa. Así pareció la primera parte. Posesión del balón para los coruñeses, combinaciones de más de cuatro pases, pero pocas aproximaciones al área contraria. Tan pocas que cuando su defensa Lopo tuvo el gol cantado prefirió mandarla por encima del travesaño por no molestar.

 

   Porque aunque llovía, nadie quería desentonar. Los de Lotina saltaron a La Romareda a verlas venir. ¿Y el Zaragoza? Ay, eso es otra cosa. Empezaba año cronológico coincidiendo con el vital. Giro en la directiva, confianza en un banquillo imprevisible. Unos jugadores con más presencia física que psíquica se quedaron fuera de la convocatoria, dijo Gay (sic). Al final los once que defendieron la camiseta blanquilla hicieron honor a lo prometido. Compromiso, lucha, olvidaron conjugar el reflexivo escaquearse. Eso les libró de la pitada del respetable, que lo único que tuvo por seguro es que llovía.

 

   Pasaron cincuenta minutos hasta que los locales se atrevieron a disparar al portal contrario. Fue el más dinámico de los blanquillos, quien lleva desde ahora la manija zaragocista. Con un disparo convertido en suspiro, Ánder levantó la cabeza y dijo: "Aquí estamos". Le siguieron sus compañeros que por espacio de veinte minutos pensaron que iban a marcar. Pero no era el día, no, lo vieron todos enseguida. A sus majestades los Reyes Magos de Oriente les llegan estos días muchas cartas, a los jugadores del Zaragoza montones de entregas. Sacas y sacas, repletas de catálogos de pases. Parece increíble que a estas alturas jugadores de Primera División fallen tantos pases sin presión rival. Como muestra valga el botón del pase al infinito de Pennant que se perdió por la línea de fondo en lo que todavía no se sabe si quería ser un centro al área cuando tenía a Ander sin rivales en un radio de diez metros en la frontal.

 

    Llovía, detalles al margen. Por lo que el Deportivo se encontró en su habitat, sesteó de manera consciente y sólo Guardado intentó rentabilizar tan largo viaje. Pero ni Adrián primero, ni Riki después le entendieron. Aranzubia desde la portería se fue sin ser probado. Como Lotina, que al acabar el encuentro se despedía de un despistado Iturralde como si hubiera cosechado los tres puntos. Debió ser algún charco invisible el que le hizo ver el espejismo de que ganando por puntos se llevaba uno la victoria. Porque lo que el Deportivo se llevó de Zaragoza fue un empate rácano que supo a derrota. Esa de la que los blanquillos se salvaron porque ya no lavan la ropa sucia a escondidas. Ahora sacan pecho porque morirán con lo que tengan, orgullo incluido. Han empezado el año con ahínco, pero sin peligro de cara a puerta, les quedan cinco meses para disolver el engrudo. De momento sólo ofrecieron un partido aguado. Acabó como empezó. Llovía.